En mi mente vibran los ecos de las voces, de los versos lanzados al infinito y el susurro de las páginas de los libros que se abrían como alas en pleno vuelo.
Desde el 16 hasta el 20 de junio de 2025, Portoviejo dejó de ser solamente la capital de los manabitas para convertirse en el corazón vibrante de la literatura y el punto de encuentro para quienes aún creemos en el poder de la palabra.
La Primera Feria del Libro Internacional (FLI Portoviejo 2025) no fue solo un evento, fue un despertar, una epifanía colectiva, un sueño compartido que se volvió voz y territorio. Quienes la vivimos desde adentro estamos convencidos de que lo que ocurrió en esos cinco días marcó un antes y un después en la historia cultural de nuestra ciudad.
En esos inolvidables días, Portoviejo se convirtió en una casa abierta de la palabra, donde los libros caminaron orgullosos y erguidos entre nosotros, se sentaron y respiraron junto a la gente, y se dejaron acariciar por niños, jóvenes, adultos y abuelos.
Detrás de esta hermosa y fascinante locura estuvieron la Confederación Internacional del Libro, con sede en Perú, representada por los compatriotas peruanos Alan Morales y César Salvatierra, y el colectivo cultural ecuatoriano Voces que Cuentan, encabezado por Carlos Luis Arboleda y Criss Ordóñez. Quienes, inspirados por el amor por la palabra y como prolijos artesanos, juntos tejieron un viaducto que cruzó fronteras, que convocó a autores, editoriales, promotores culturales y lectores de distintos países y rincones del Ecuador.
Las ciudades modernas deben ser inteligentes, digitales, pero también deben ser ciudades libro. Ciudades que se lean a sí mismas, que se reescriban, que cuiden y protejan sus voces y no busquen silenciarlas. Durante la 1FLI, Portoviejo se escribió, se leyó y se dejó leer por Ecuador y el mundo. Y lo hizo con poesía, con relatos y con humildad.
Han pasado algunos días desde que se apagaron los micrófonos y siento que algo quedó sembrado en la ciudad. Un germen de esperanza, una urgencia de seguir leyendo, escribiendo, escuchando. Porque, como alguien dijo, “mientras haya quien cuente, el mundo no se acaba”.
Gracias a quienes hicieron posible esta primera feria que seguirá creciendo para próximas ediciones. Al Museo de Portoviejo y Archivo Histórico, a escritores, poetas, artistas y lectores. Gracias, Portoviejo, por abrir tus puertas y demostrar que el libro no está muerto, que aún respira, canta y baila cuando encuentra un lugar donde es acogido.