La decisión del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) de centralizar nuevamente los procesos de adquisición en Quito, bajo el argumento de combatir la corrupción, representa un retroceso en la búsqueda de transparencia y eficiencia.
La experiencia demuestra que el centralismo no elimina las malas prácticas; por el contrario, puede facilitar su ocultamiento.
En el modelo descentralizado, al menos existía la posibilidad de comparar precios, verificar procesos y establecer controles desde distintas regiones. Con la centralización, se concentran las decisiones en una sola instancia, lo que limita la fiscalización y dificulta la identificación de irregularidades.
Además, cada región tiene realidades distintas en cuanto a infraestructura, necesidades médicas y logística. Cuando las compras se gestionan desde la capital, aumentan los errores en la distribución y en la pertinencia de los insumos adquiridos, afectando directamente a los pacientes y a la operatividad de los centros de salud.
Hay antecedentes graves: medicamentos inadecuados, otros que caducaron por falta de uso, o que no pudieron ser aplicados por falta de autorización. Esto no puede repetirse.
El problema no es dónde se compran los insumos, sino cómo y con qué recursos. Sin presupuesto suficiente no habrá abastecimiento, y sin control regional no habrá transparencia.