A propósito del conflicto bélico entre Israel e Irán, se han hecho virales posteos que se acompañan de música persa y, sobre todo, sionista.
Una de ellas es la tradicional composición hebrea de festejo denominada Hava Nagila, de la que comentaré historia, teoría y pormenores, por su belleza y significado, y porque espero que algún día se pueda entonar con dignidad y propiedad, celebrando la paz. ¿Quién no conoce Hava Nagila? Más aún en el dueto conformado por las hermosas voces hermanas del francés de origen argelino Enrico Macías y del parisino de origen armenio Charles Aznavour; o en la interpretación de Harry Belafonte; o en el imponente espectáculo de André Rieu y su Orquesta Johann Strauss, que nos recuerda la importancia de un mundo en paz, en armonía y con regocijo.
La canción, de festejo, se originó en las comunidades jasídicas rusas, en el siglo XIX, como una melodía de ánimo y alegría en medio de la persecución zarista. Luego, el profesor Abraham Idelsohn tararearía la melodía a sus alumnos de primaria, solicitando arreglos musicales. El favorito sería el estudiante Moshe Nathanson, quien adaptó lírica bíblica del Salmo 118. Es así que hoy su letra, mundialmente famosa, dice: “Alegrémonos y seamos felices; alégremos, cantemos y seamos felices; despertad, despertad hermanos con un corazón feliz…”, una melodía clásica en matrimonios, eventos sociales, reuniones fraternas, fiestas y todo tipo de festejos. Es la canción judía más conocida en el mundo.
Bien, la música jasídica es una tradición espiritual importante del judaísmo; permite meditar, orar y lograr una conexión espiritual o mística con Dios. Es decir, va mucho más allá del entretenimiento y la estética: representa la vida, la razón de existir, la religión y la esperanza en tiempos difíciles. Y como nuestra historia también data de tremendos contrastes, no es extraño que el pueblo de Dios —entre comillas— tenga una historia errante, nómada (los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob eran pastores que se desplazaban constantemente), de esclavitud (de acuerdo con la Biblia y la historia seglar) y exilio; un pueblo errante por 2.000 años, realidad que lo convertiría en un símbolo de resistencia, fe y esperanza.
De esa alegría, como vocación natural del ser humano, habla Hava Nagila: de un futuro para el pueblo israelita, con un territorio propio, con un origen ancestral, con una curación tras cientos de años de padecimiento. Y hoy también se canta porque se celebra la vida y la permanencia luego del Holocausto.