¿Sienten esa frustración? Esa que se respira en el aire, que vivimos día a día.
Nos llenan de noticias: que si el fútbol para distraer, que si la ley de transparencia, la de seguridad, el famoso Plan Fénix. Nos hablan de Glas, de millones que aparecen y desaparecen, de ‘pauta’ y de si los mismos de siempre están o no en el gobierno. Todo es un titular. Todo es un eco en redes, pero, ¿cuándo fue la última vez que algo de esto nos pareció realmente nuevo?
La vida sigue, sí, pero los problemas —esos que nos quitan el sueño, los del empleo, la inseguridad, la salud— siguen siendo los mismos. Se repiten una y otra vez. Y, mientras, el pueblo parece dormido. Hemos elegido, una y otra vez, y aunque la realidad nos grita que las promesas no se cumplen, muchos siguen aplaudiendo lo que no existe.
No hay un solo culpable. Nos acostumbramos a vivir en un país partido en dos, donde la verdad se tuerce para que encaje en el lado que nos conviene. ¿Para qué discutir? Al final, cada uno ve lo que quiere ver, y el otro es, de inmediato, el enemigo. ¡Basta de esta pelea sin fin que nos consume!
Escuchamos al gobierno quejarse de que no tiene las herramientas. Bueno, mi pregunta es clara: si esa es la solución, ¿por qué no las tienen todas? Aprueben lo que pida. Pero que no se les olvide una verdad dura: las mismas herramientas que hoy dicen necesitar, tarde o temprano las usarán sus enemigos políticos. Esto es un ciclo, una rueda que nos machaca la esperanza.
Esto no es pedir a la “oposición” que desaparezca. Es un ruego para que, como ciudadanos, y para que quienes mandan, dejen de ser enemigos. Se trata de algo mucho más profundo: dignidad.
¿Cuándo volverán los días en que la palabra ‘dignidad’ no era solo una palabra, sino algo que se demostraba con el ejemplo? Cuando el bien de todos importaba más que un color político o el siguiente voto. ¿Es tan difícil, en medio de tanta estrategia, simplemente intentar ser mejores personas? ¿Pensar en el otro?
Es hora de romper este hechizo. La realidad no espera a que los bandos se pongan de acuerdo. Es hora de despertar de esta parálisis política y empezar a construir un futuro donde la dignidad no sea un recuerdo, sino algo que se sienta en cada rincón de nuestra patria. ¡Despertemos ya!