La reciente fuga de un reo considerado de alta peligrosidad desde la Penitenciaría del Litoral vuelve a poner en evidencia las graves falencias del sistema penitenciario en Ecuador.
Se trata de la segunda evasión similar en poco más de un año, lo que obliga a revisar con urgencia las condiciones de control, vigilancia y responsabilidad institucional en los centros de privación de libertad.No es un hecho aislado. La salida del recluso, disfrazado con uniforme militar, revela debilidades profundas en los protocolos de seguridad y en la cadena de mando. Que el propio Presidente de la República califique este suceso como “traición” muestra la magnitud del problema y su impacto en la estabilidad institucional.
Organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han advertido sobre el “autogobierno” de los reclusos, facilitado por la corrupción interna y la falta de políticas eficaces. Las prisiones dejaron de ser espacios de rehabilitación para convertirse en centros de operación del crimen organizado, lo que incl
Un sistema penitenciario débil es un riesgo para toda la sociedad; por lo tanto, no se trata solo de reforzar rejas o aumentar guías o militares, sino de aplicar reformas estructurales. Es momento de que el Gobierno asuma el problema con decisión y compromiso político, antes de que nuevas fugas sigan profundizando la crisis.