Miles de migrantes ecuatorianos en EE. UU. transforman la economía local con remesas. En 2024, enviaron USD 4.800 millones, según el Banco Central. Los principales trabajos incluyen construcción, servicios, agricultura, limpieza y restaurantes. Protagonistas como José Luis Loja, desde Chone, lideran esta diáspora laboral. Este flujo, iniciado en los 90, beneficia a familias manabitas, pero expone a los migrantes a condiciones precarias, afectando su calidad de vida.
Voces de los protagonistas
José Luis Loja, un migrante de Chone, Manabí, llegó a EE. UU. en 2000 tras la crisis bancaria ecuatoriana. Hoy, trabaja en construcción en Nueva York, según su perfil en LinkedIn. “Envío USD 1.200 mensuales a mi familia, que invierten en un negocio de lácteos en Chone”, afirmó en una entrevista con El Diario de Manabí. Similarmente, María Fernanda Zambrano, de Portoviejo, labora en limpieza en Miami.
Sus remesas han permitido a su familia construir una casa. Estas historias reflejan el esfuerzo de miles de manabitas que, según FLACSO Andes, representan el 15% de los migrantes ecuatorianos en EE. UU. Organizaciones como la Asociación de Ecuatorianos en Nueva York destacan su rol en el sostenimiento de comunidades locales.
Clave de la noticia: Impacto económico en Manabí
Los trabajos de los migrantes ecuatorianos en EE. UU., como construcción (25%) y servicios (25%), generan un flujo constante de remesas que revitalizan la economía de Manabí. En 2024, las remesas alcanzaron USD 4.800 millones, un 10% más que en 2023, según el Banco Central del Ecuador. Este dinero se invierte en negocios locales, como queserías en Chone y comercio en Portoviejo, según el Ministerio de Productividad.
Sin embargo, el costo humano es alto: muchos migrantes enfrentan jornadas extenuantes y falta de seguridad laboral, especialmente en la construcción, donde los accidentes son frecuentes, según un informe de la Occupational Safety and Health Administration (OSHA).
Datos y comparaciones
El aporte económico de los migrantes es crucial para Manabí. A continuación, 10 claves del sector migratorio basadas en FLACSO Andes y el Banco Mundial:
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Construcción: 25% de los migrantes ecuatorianos en EE. UU. trabajan en este sector.
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Servicios: Otro 25% se dedica a servicios como transporte y cuidado de personas.
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Agricultura: 20% labora en cosechas, especialmente en California y Florida.
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Limpieza: 10% trabaja en limpieza de oficinas y hogares, mayormente mujeres.
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Restaurantes: 15% se emplea en cocinas y atención al cliente.
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Remesas: USD 4.800 millones en 2024, 12% del PIB ecuatoriano.
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Manabí: Recibe el 20% de las remesas nacionales, según el Banco Central.
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Empleo informal: 60% de los migrantes labora sin contrato fijo.
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Riesgos laborales: 15% de los trabajadores en construcción reporta accidentes anuales.
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Educación: Solo el 21% de los migrantes tiene título universitario, según Migration Policy.
Condiciones laborales en EE. UU.
Los migrantes ecuatorianos enfrentan desafíos significativos en EE. UU. En la construcción, donde predomina la mano de obra masculina, las jornadas superan las 10 horas diarias, según OSHA. Walther Sinche, activista de la Alianza Ecuatoriana Internacional, señaló en El Mercurio que “los migrantes necesitan capacitación para obtener licencias, pero muchos carecen de acceso”.
En agricultura, los ecuatorianos en California enfrentan salarios bajos y exposición a pesticidas, según un informe de la Universidad de California. Las mujeres, como Zambrano, predominan en limpieza, un sector con alta informalidad y salarios de USD 10 por hora, según el Banco Mundial. Estas condiciones limitan el ahorro y perpetúan la precariedad.
Efectos en Manabí
En Manabí, las remesas han transformado comunidades. Según la Asociación de Ganaderos de Chone, el 30% de sus miembros recibe apoyo económico de familiares en EE. UU., lo que permite modernizar queserías y adquirir maquinaria. En Portoviejo, el comercio creció un 8% en 2024 gracias a las remesas, según el Ministerio de Producción. Sin embargo, la dependencia de estos fondos genera vulnerabilidad.
Si las deportaciones en EE. UU. aumentan, como ocurrió en 2024 con 13.600 ecuatorianos retornados, según la Cancillería, Manabí podría enfrentar una crisis económica. La falta de políticas locales para reintegrar a los retornados agrava el panorama, según FLACSO Andes.
Inversiones y desafíos locales
Las remesas no solo sostienen hogares, sino que impulsan emprendimientos. En Chone, la quesería de la familia Loja, financiada por José Luis, emplea a cinco personas, según El Diario de Manabí. En Manta, los migrantes retornados han abierto restaurantes con conocimientos adquiridos en EE. UU., según la Cámara de Comercio. Sin embargo, la falta de capacitación limita el impacto de estos negocios.
El Ministerio de Producción reporta que solo el 10% de los retornados accede a programas de emprendimiento. Además, la inseguridad en Manabí, con un aumento del 15% en delitos en 2024, según el Ministerio del Interior, desalienta la inversión de remesas en sectores productivos.
Perspectivas futuras
El futuro de los migrantes ecuatorianos en EE. UU. es incierto. Las políticas migratorias de la administración Trump, iniciadas en 2025, han incrementado las deportaciones, según Swissinfo. Esto amenaza el flujo de remesas hacia Manabí. Sinche propone que el gobierno ecuatoriano negocie acuerdos bilaterales para proteger a los migrantes. Mientras tanto, en Manabí, las familias dependen de estos fondos para sobrevivir. La Universidad Técnica de Manabí sugiere diversificar la economía local con proyectos agroindustriales, pero la implementación es lenta. La diáspora manabita sigue siendo un pilar económico, pero requiere mayor apoyo estatal.
En las calles de Chone, los ecos de las remesas de José Luis Loja resuenan en la quesería familiar, un testimonio del sacrificio de miles de migrantes. (Manabí). Su esfuerzo en la construcción neoyorquina sostiene sueños en su tierra natal, pero la precariedad laboral en EE. UU. y la inseguridad en Ecuador ensombrecen este logro. Mientras las familias manabitas construyen futuro con los USD 4.800 millones recibidos en 2024, la diáspora clama por políticas que garanticen su bienestar y el de sus comunidades.