Se entiende por verdad a la concordancia que existe entre lo que se dice, piensa y cree, y lo real.
En nuestro país parecería que nadie cree en nada, o todo el mundo cree lo que le conviene, dejando de lado el concepto de verdad, el que tiene que ver con la realidad que vivimos y seguimos viviendo. A lo largo de varias campañas políticas en los últimos tiempos se ha evidenciado una disputa diaria entre quienes defienden a Rafael Correa, sea por agradecimiento, fanatismo o simpatía, y quienes no toleran hablar de él porque, con solo escuchar su nombre, les sabe a sobreprecio, corrupción y mafias.
Pero la verdad es que el expresidente Rafael Correa ha sido el único que duró en funciones diez años consecutivos, lo que le permitió realizar más obras, más acciones, más mejoras, más de todo, y que, a medida que el tiempo pasa, sus actos van dejando huellas que pasarán a la historia; pues así como hizo obras, se van descubriendo los actos de corrupción, de sobreprecios, de funcionarios de su Gobierno vinculados con actos que caen en la estafa, la impunidad y la delincuencia organizada. Una secuencia de juicios, investigaciones y órdenes de prisión que tocan a casi toda su gente de confianza.
Es verdad que se hicieron carreteras, se mejoraron los servicios de salud, del Registro Civil, de la atención a los usuarios en muchas instituciones. No podemos negar que fue tiempo de megaobras, pero es que para eso fue elegido; se sirvió del auge económico, de la bonanza del precio del petróleo, que fueron la base para que estas obras se realizaran, y me atrevería a decir que se debieron hacer muchas más si no hubiera habido tanto sobreprecio, corrupción e impunidad. Y es en esto que debemos analizar para no ser ciegos, sordos y mudos ante la maldad.
Faltó realizar la obra más grande: un cambio radical en la educación, dejar solucionado el problema de empleo, levantar la credibilidad y confianza de Ecuador para que la inversión nacional y extranjera fuese la fuente de oportunidades de nuestros profesionales y nuestra gente que produce.
Es necesario que haya cambios de Gobierno, aunque nos equivoquemos, porque siempre será peligroso que alguien se mantenga más de ocho años en el poder, pues el ego, la estupidez y la tiranía se apoderan del ser; eso le pasó al exmandatario.
Solo aquellos seres que entienden que los cambios son necesarios serán quienes comenzarán el proceso de apostar por Ecuador, apoyando lo bueno, no tolerando más actos de corrupción, dejar de pensar “no importa que roben, pero que hagan obras”, dejar de justificar delitos por simpatía. Debemos mejorar como ciudadanos, como personas, dejar de enfrentarnos entre nosotros por política, religión o clase social. Si todos empujamos, este país tan rico sería la fuente de oportunidades y del desarrollo que tanto hace falta.