El reciente enfrentamiento entre 37 militares ecuatorianos y 210 guerrilleros colombianos en Sucumbíos expone una realidad que debe disparar las alarmas en estos tiempos de combate a la delincuencia: la fragilidad de las fronteras frente al crimen organizado.
La frontera norte es,desde hace años, un punto vulnerable. En el 2008, militares colombianos entraron en territorio ecuatoriano y bombardearon un campamento de las FARC. Aunque las autoridades aseguran que hay control, los hechos demuestran lo contrario: el ingreso irregular de grupos armados es frecuente, y con ellos llegan armas, drogas y todo tipo de contrabando.
Los pasos clandestinos, bien conocidos por las comunidades locales y, en muchos casos, también por las fuerzas del orden, siguen siendo utilizados sin mayor obstáculo. Esa permisividad fortalece a los grupos irregulares y debilita al Estado.
Es necesario un refuerzo real y sostenido del control fronterizo. Las unidades militares requieren mejores recursos, inteligencia y coordinación para hacer frente a amenazas que no reconocen límites geográficos.
El país no puede seguir siendo terreno fértil para el avance de estructuras criminales extranjeras. Por ello, la ayuda externa también favorece la lucha contra la delincuencia.