La capacidad humana para la compasión, la creatividad y el amor dieron paso a la construcción de civilizaciones, el nacimiento del arte y el desarrollo científico.
Sin embargo, en contraste, atestiguamos guerras, la persistencia de la desigualdad extrema y la violencia estructural.
La pregunta de «qué tan humanos somos» no tiene una respuesta sencilla; somos la especie de “la razón”, pero también la única copada de contradicciones. Nuestra humanidad no es un estado fijo, sino una constante lucha y elección, y expresamos nuestras contradicciones con actos de bondad, resistencia contra la injusticia y prestando ayuda al necesitado. Por otro lado, actuamos con crueldad, indiferencia o violencia, afirmando que la humanidad es una entidad inacabada.
El conflicto en Gaza es un espejo sombrío que refleja la degradación del sentido práctico de la humanidad. La desigualdad instaurada, la xenofobia, las muertes infantiles (ascienden a 50.000) y la violencia sociopolítica no son meras consecuencias del conflicto; son también sus causas profundas y las manifestaciones más crudas de nuestra incapacidad geopolítica para reemplazar los impulsos destructivos por la empatía y la compasión a escala global.
Fortalecer el sentido práctico de la humanidad en este contexto exige un compromiso internacional y local para abordar las causas profundas del conflicto, garantizar la justicia, proteger a los civiles y construir un futuro donde la dignidad humana sea respetada por encima de todo.
Para lograr un alto a las hostilidades y avanzar hacia la solución de los dos Estados, se requiere de presión internacional coordinada y efectiva, especialmente por parte de las grandes potencias, por medios diplomáticos y económicos, para exigir un alto al fuego inmediato y permanente. Sólo así podrá ingresar la ayuda humanitaria.
La imposición de sanciones y embargos selectivos a los actores o partes que impidan el camino hacia la paz y que cometan violaciones a los derechos humanos. Asimismo, condenar inequívocamente los actos de terrorismo, tanto como la respuesta desproporcionada y las violaciones del derecho internacional humanitario.
Convocar a una cumbre mundial de la paz con la participación de Israel y Palestina, y mediadores internacionales, para arrancar de una vez por todas el proceso de negociaciones. Dar mayor autoridad y apoyo a las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y a la labor de sus agencias en la región de Medio Oriente.
La finalidad debe ser “un Estado palestino viable”, al igual que Israel. Además, el reconocimiento mutuo: Israel reconozca a un Estado palestino y que el Estado palestino garantice la seguridad de Israel. Es la única vía para la paz y para reducir la xenofobia antipalestina y antisemita que siguen creciendo.