Todos los días, muchas personas en Manabí pagan peajes, tasas ambientales, o el servicio de recolección de basura.
Lo hacen porque es su deber, y porque se supone que ese dinero sirve para mejorar los servicios, cuidar el medioambiente o mantener las vías en buen estado. Pero, ¿alguien sabe con claridad en qué se usa ese dinero? La verdad es que no.
Un ejemplo claro es el peaje en la vía Portoviejo-Montecristi. Cada vehículo que pasa por ahí deja un pago. ¿Cuánto se recoge cada mes? ¿En qué se invierte ese dinero? ¿Quién se encarga de usarlo? Hoy no existe una página donde los ciudadanos podamos revisar esa información. Y eso es un problema, porque sin datos claros, crecen las dudas, la desconfianza y la sospecha de que el dinero no se está usando bien.
Lo mismo pasa con las tasas ambientales en Manta o con la tasa de recolección de basura que se paga a través de la planilla de luz. Todos pagamos, pero pocos saben qué se hace con ese dinero. ¿Se está cuidando de verdad el ambiente? ¿Se está mejorando el servicio de limpieza? ¿Dónde están los informes? ¿Por qué no se comparten con la gente?
Hoy en día, con la tecnología que existe, no debería ser difícil publicar esta información en internet. Las instituciones que manejan dinero del pueblo tienen la obligación de explicar cómo lo usan. No es un favor, es un derecho de todos los ciudadanos. La transparencia no solo ayuda a evitar la corrupción, también hace que la gente confíe más en sus autoridades.
Necesitamos portales donde se publiquen los ingresos, gastos, contratos y resultados. También hace falta que existan castigos para quienes malgasten o escondan esa información. Porque el dinero público no es de los políticos ni de los funcionarios, es de todos nosotros.
Pedir transparencia no es atacar a nadie. Es cuidar lo que es nuestro. Y es también exigir respeto: si cumplimos con pagar, tenemos todo el derecho de saber en qué se gasta.