La basura no espera, tiene la impaciencia propia de todo lo que se pudre.
Por eso se me vuelve incomprensible que, en ciudades como Portoviejo y Manta, el servicio de recolección de desechos sólidos opere con indolencia y desconexión de la realidad.
La sectorización del servicio, que en teoría debía hacer más eficientes las rutas y los tiempos de recolección, ha terminado convirtiéndose en una excusa para justificar la ineficiencia. En lugar de recoger la basura a tiempo, se nos ofrece un calendario rígido que normaliza el retraso y condena al ciudadano a convivir con los malos olores, las moscas y los perros callejeros que hurgan en las fundas.
Cada mes, en nuestra planilla de energía eléctrica, pagamos religiosamente una tasa destinada a la recolección de basura que no es voluntaria ni opcional. Después, en Portoviejo, nos impusieron una «contribución» para comprar recolectores. Es una obligación impuesta que, en teoría, garantiza un servicio esencial y permanente. ¿Y qué recibimos a cambio? Zonas enteras donde los residuos se acumulan sin control, y una actitud municipal que da la impresión de que la limpieza urbana es un favor y no una competencia legal.
Lo más grave es que esta situación empuja a los ciudadanos a tomar medidas desesperadas: dejar las fundas de basura en esquinas, zonas verdes o lotes baldíos cuando la descomposición ya no se puede disimular. No es justificable, pero la ineficiencia pública los lleva a esta práctica nada saludable. Así, lo que debería ser un problema administrativo se convierte en un problema de salubridad pública, y también de imagen porque ninguna ciudad puede hablar de desarrollo cuando huele mal y se ve peor.
Portoviejo y Manta, como muchas otras ciudades del país, necesitan un remezón de eficiencia. No es posible que, en plena era de la tecnología, aún se administre el servicio de recolección como si estuviéramos en los años 80. El ciudadano cumple, paga, espera, pero el municipio queda debiendo, y lo peor es que lo hace con una rutina que parece ya institucionalizada.
Si los municipios quieren recuperar la confianza, tienen que empezar por lo básico: recoger la basura a tiempo, todos los días, en todos los barrios. Es lo simple, lo básico y lo urgente.