En el libro “Liber Facetiarum: una colección de anécdotas curiosas e interesantes” se incluye un relato atribuido a Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de Estados Unidos.
En aquella historia, encontramos que un joven, quien tras haber cancelado de forma imprevista una cita con el Dr. Franklin, acudió a él al día siguiente lleno de disculpas y justificaciones por su ausencia. Y entonces, cuando se aprestaba a detallar el objeto de su visita, Franklin lo interrumpió y le dijo: “Buen muchacho, no digas más, ya has dicho demasiado; porque quien es bueno poniendo excusas, rara vez es bueno en cualquier otra cosa”.
Nuestro pueblo ha lidiado por demasiado tiempo con presidentes expertos en hallar justificaciones en lugar de soluciones.
Y así, venimos divagando en un interminable ciclo repetitivo que condena a Ecuador a correr sin cesar, como corre un ratón de laboratorio en su rueda giratoria, donde el tiempo avanza, pero el ratón no. ¿Será que, finalmente, hemos aprendido que, señalado hacia atrás, rara vez se encuentra el camino hacia el futuro?
El momento para comprobarlo ha llegado. El período de transición terminó. Y ahora, Daniel Noboa inicia su segundo mandato presidencial, uno que, en términos legales y políticos, tiene olor a nuevo. Es como si el pueblo y el presidente tuvieran una suerte de pacto secreto que se reflejó en el abultado triunfo de Noboa. El país, por ahora, le concede su olvido, una especie de borrón y cuenta nueva, donde poco importan los errores del joven presidente. A cambio, la gente, aunque con voz sumisa pero en tono resuelto, le exige resultados. La época de prueba ya pasó –le susurran– y, en ese terreno, las excusas están prohibidas.
El camino para gobernar está expedito; los ecuatorianos, con su masiva votación, lo aplanaron y adecentaron. La reelección y la mayoría en la Asamblea le ofrecen a Noboa un capital político renovado para impulsar reformas de fondo y tomar decisiones sin quedarse atrapado en el eterno antagonismo de culpar al correísmo de los males pasados, presentes y futuros. Este nuevo período de gobierno debería marcar un punto de inflexión. Ecuador no está en condiciones de perder más tiempo.
El matrimonio entre Noboa y el país comenzó, y la luna de miel será breve. Después de la fiesta de posesión, la gente demandará resultados, y entonces el presidente deberá probar que realmente es –aquel hombre que resuelve–. Mientras tanto, es esencial que el gobierno tenga presente que el romance político con el pueblo seguirá intacto “hasta que las excusas los separen”.