Soy un obrero y apenas estuve un año en la universidad. No soy político ni experto, pero sé lo que es vivir con miedo a los desastres naturales.
Lo viví en el terremoto y, aunque no lo crean, todavía tengo miedo a que ocurra otro sismo.
En estos días se ha dado a conocer que, en Tosagua, una falla geológica ha destruido viviendas en la comunidad El Verdún y amenaza a comunidades como La Chipornia y Los Pozos.
En Manabí los desastres son frecuentes, pero a las autoridades parece importarles poco. Me he dado cuenta de que, pase lo que pase, no se puede esperar mucho de los funcionarios nacionales ni locales.
Nueve años después del terremoto de 2016, seguimos esperando la reconstrucción prometida. En Los Tamarindos, Portoviejo, muchas familias aún viven en estructuras dañadas, sin soluciones habitacionales reales, y todavía hay personas sin casa en toda la provincia.
¿Dónde están los $3.500 millones recaudados para la reconstrucción? Se dicen tantas cosas, pero no hay resultados a la vista, pues, como siempre, los más afectados somos los ciudadanos.
Las autoridades tienen que actuar con urgencia. La prevención y la reubicación de las familias en riesgo deben ser prioritarias; no se puede esperar a que ocurra otra tragedia como la del barrio Fátima de Portoviejo, de la que, dos meses después, apenas se habla.
Es hora de que las autoridades nacionales miren hacia acá y cumplan con su deber, porque hasta ahora Manabí sigue esperando incluso la atención de sus propias autoridades.