En Bahía de Caráquez, meses atrás, tres estudiantes de un colegio femenino protagonizaron un autosecuestro, enviando mensajes a sus familias y desapareciendo varias horas para luego presentarse aclarando que había sido una broma, cuando la ciudadanía toda estaba conmovida. Ante la pesada broma los directivos del plantel dispusieron la expulsión de las estudiantes pensando sentar precedentes, pero la medida causó el rechazo de los mismos familiares de las sancionadas, de la UNE, de un organismo de defensa al menor, entre otras. En Quito, en actos vandálicos, estudiantes de varios colegios causaron destrucción de bienes públicos, por lo que el Presidente de la República solicitó la expulsión de los culpables, lo que fue criticado por las entidades estudiantiles, por la UNE, por los padres de los revoltosos y por los mismos rectores que creyeron que era un exceso el pedido del mandatario. En Guayaquil varios profesores fueron detenidos por acoso sexual a estudiantes, en operativo policial que allanó los planteles educativos, alarmando a la población estudiantil. Estas irregularidades indican que el sistema enseñanza-aprendizaje en el país está afectado por fallas graves, las que demandan profunda evaluación para ser superadas y evitar que lleguen a la degeneración total. Alumnos revoltosos, profesores inmorales, rectores marionetas, organismos clasistas educativos politizados, padres de familias complacientes y entidades gubernamentales que traban las leyes, constituyen el síntoma de la decadencia que no se alinea a las aspiraciones de cambio que pregona el gobierno ni a las de toda la sociedad ecuatoriana.