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Francisco Arias | [email protected]]
El empobrecimiento biológico

El actual movimiento de protección del medio ambiente difiere de todos los precedentes por su contenido y no sólo por su alcance. En realidad, no se trata tanto de que los hombres vuelvan a la naturaleza, como de que la naturaleza vuelva a los hombres.

Domingo 23 Noviembre 2008 | 21:15

Es una cuestión de equilibrio o una cuestión ecológica. Hoy por hoy, los problemas de la ecología no parecen tener fin: la distribución de la población humana en relación con la llamada biósfera; los recursos naturales disponibles; la eliminación de desechos; el empobrecimiento de las especies biológicas, la influencia de la revolución industrial sobre el equilibrio natural y las estructuras sociales, etc. Han sido frecuentes en el pasado los lamentos del tipo de “¡Cuán verde era mi valle!”, pero nunca como hora se había insistido tanto en la posibilidad e inminencia de insolubles eco-catástrofes. Hoy, las eco-catástrofes están en boca de todos, porque los adelantos técnicos, lejos de constituir un bien absoluto, pueden convertirse en un mal incorregible. Lejos de solucionar el problema pueden complicarlo y exasperarlo. Cuando algo hace furor, corre el peligro de convertirse en una moda (o hace furor justa y precisamente porque es una moda). Sería deplorable que el actual interés por las cuestiones ecológicas resultara pasajero en virtud precisamente de su exacerbación. El asunto merece interés y alarma, pero también calma y persistencia, porque se trata de problemas reales, y hasta del problema más fundamental del presente. Es ya trivial hablar de lo irrespirable que es el aire en las ciudades, del polvo, del humo, de los vapores y de las emanaciones que nos rodean y penetran, pero lo es menos tener en cuenta que el anhídrido carbónico en la atmósfera aumenta en proporción alarmante, hasta el punto de producir el famoso “efecto invernadero”, con el aumento general de la temperatura media del globo, el derretimiento de las grandes masas de hielos y la inundación de vastas zonas costeras. Es así mismo trivial hablar de las ingentes y crecientes cordilleras de desechos que mancillan las corrientes de agua y desfiguran el paisaje, del desequilibrio natural que producen los pesticidas, de la “lluvia ácida”, de la destrucción de la capa de ozono, de la tala indiscriminada de bosques y, en general, de la destrucción de áreas silvestres, pero no se trata aquí sólo de desequilibrio natural, sino de algo peor: de empobrecimiento biológico. La naturaleza, como la cultura, puede perecer a fuerza de homogeneidad. ¿Cómo puede haber acuerdo en la solución, o interpretación, de esos problemas cuando todo el mundo tiene algo que decir al respecto? No todas las actitudes y propuestas ecológicas son específicamente políticas, pero en todas se presuponen juicios de valor que cabe expresar políticamente. En todo caso, en las “actitudes ecológicas” se transparentan fundamentales actitudes humanas. Y como dijo el poeta: “Lo que haya de venir, aquí lo espero / cultivando el romero y la pobreza”.
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