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EDITORIAL
Frontera caliente (Childerico Cevallos | E-mail: [email protected])

L a situación de la frontera norte se le puede tornar incontrolable al gobierno si no actúa con presteza y eficiencia, con decisión pero a la vez con precaución.

Domingo 16 Noviembre 2008 | 21:49

Con decisión pero a la vez con precaución, porque, además de imponer la presencia de la autoridad nacional en esos pagos olvidados, hay que restablecer el control y la seguridad, factores que en la línea divisoria del norte, entre montes, ríos y selva hace mucho que se han extraviado. Se han extraviado, tanto, que los episodios de crímenes, extorsiones, asaltos, violaciones forman parte de una larga traginovela que desde hace rato protagonizan y sufren las poblaciones más cercanas a la línea fronteriza norte, que ahora salen a luz pública, a nivel nacional e internacional, debido a los acontecimientos últimos con el gobierno de Colombia. Gobierno de Colombia al que el señor presidente Rafael Correa ha advertido que Ecuador no dejará que su frontera vuelva a ser violentada, porque aplicará todo su contingente en defensa de la integridad y la soberanía nacionales. Integridad y soberanía nacionales que el presidente Correa ha dispuesto mantener con la aplicación de la fuerza y los recursos necesarios frente a cualquier incursión de elementos armados al territorio ecuatoriano. Territorio ecuatoriano que para soldados regulares, guerrilleros, bandas de asaltantes y de criminales colombianos tiene una frontera muy fácil cruzar, sin oposición y hasta con colaboración de habitantes del sector debido a la inseguridad existente, situación que ha facilitado la formación de una simbiosis binacional, lamentablemente con tendencia mayor al delito. Tendencia mayor al delito, agravada por el liderazgo extraño al medio, que ejerce dominio en esas tierras donde las autoridades locales pasan como meros espectadoras por encontrarse desprotegidas, a merced de delincuentes organizados, armados y sanguinarios, que han establecido un estado mafioso. Estado mafiosa que el gobierno debe destruir para recuperar territorios virtualmente ocupados por forajidos extranjeros que los hacen, a la fuerza, hospedaje de insurgentes o sicarios, de campo de descanso o de instrucción, de protección o de preparación de ataques contra vida y bienes en ambos países, en dolorosa ofensa a nuestra dignidad nacional. Dignidad nacional que vuelve a ser de atención preferencial del gobierno con demanda de respaldo de todos los ecuatorianos, sin distinción alguna, porque es una emergencia que atenta contra la seguridad de los ecuatorianos y que exige de las autoridades respectivas eficiencia en sus funciones. Eficiencia en sus funciones, porque planes y programas, por mucho de ciencia que tengan, no marchan si no existen los esfuerzos y las voluntades que permitan lograr los objetivos del gobierno dirigidos a calmar las inquietudes de una alarmada población.
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