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Juan José Illingworth | E-mail: [email protected]
¿Es Correa pelucón?

Según la obra “Contribución para el estudio de la sociedad colonial de Guayaquil, de Pedro Robles, dirigido, corregido y aumentado por Ezio Garay”, el Presidente Correa pertenece a troncos familiares tradicionales, no sólo de Guayaquil.

Jueves 13 Noviembre 2008 | 20:06

Tiene su linaje a familias serranas de alta alcurnia, como Correa y Espinoza de Ambato, Jurado y Pérez de Quito y hasta Soberón, como el abuelo de Alberto Acosta. Su padre, Rafael Correa Icaza, desciende de Don Martín Icaza y Caparroso Urigoytía, quien fue Alcalde de Guayaquil en 1782 y el hombre más rico e influyente de su época. El tatarabuelo de Correa era hijo de María García Antiche, quien compartía ancestros con Simón Bolívar y, su esposo, Martín Icaza Paredes, era nieto de María Olmedo Maruri, hermana del célebre José Joaquín. En resumidas cuentas, por las venas de Correa circula sangre “linajuda”. ¿Lo convierte este hecho actualmente en “pelucón”? No necesariamente, pues los privilegios alcanzados por los ancestros a veces se pierden y en los descendientes puede llegar a instalarse una especie nostalgia de tiempos mejores e incluso degenerar en frustración. Pero, según Correa, no es el linaje lo que hace a alguien “pelucón”, sino “la pretensión de creerse superior a los demás”. ¿Es Correa “pelucón” según esta definición? Ustedes tendrán su propio criterio, pero yo, cuando escucho a Correa, lo oigo hablar realmente de los temas más diversos y con una gran versatilidad; además, sus palabras parecen buscar coherencia y el lenguaje que utiliza en sus análisis está impregnado de una jerga académica más rica que la de cualquier otro presidente que yo haya conocido. Sin embargo, en cada uno de esos temas que aborda, Correa siempre se las arregla para hablar mal y descalificar a los involucrados. Si se trata del Alcalde de Guayaquil, transmite ironía y desprecio, a pesar de que la gran mayoría percibe la gestión de Nebot como excelente; si se refiere a “su” iglesia católica, opina que sus superiores están equivocados; si habla de la prensa, su lenguaje es horroroso; si trata de Colombia no se diga; si de los Estados Unidos, ayayay!; si el tema son los europeos, les va dando “codazos”; si son los políticos ecuatorianos, los reduce a escoria; si analiza la universidad ecuatoriana, dice que le dan pena frente a aquellas en la que él estudió; si se refiere a los encuentros internacionales a los que le gusta asistir, dice que son fofos cuando los organizan las cancillerías y llenos de profundidad cuando él los gestiona; si el tema son petroleras o constructoras, no queda nada de ellas; si habla del trabajo de sus ministros, los reta públicamente y con sorna. En definitiva, la implacable y generalizada descalificación con que Correa habla de todo y de todos, sólo es posible si él mismo se considera mejor que todo aquello que tanto critica, lo cual lo convierte, según su propia definición, en el más pelucón de todos los pelucones, en el “pelucón perfecto”. Ahora bien, quizás yo me equivoco y Correa no se considera superior a los demás, sino que simplemente lo es, quién sabe!
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