Nunca mejor momento para hablar de un maravilloso ser, que aquel en el cual nos liberamos de toda conjetura, de pensamientos malidicentes, donde no cabe adulo ni persuasión, sino que más bien resaltan los verdaderos y grandiosos méritos del aludido, como también se enaltecen los virtualidades del escribiente, porque denota gratitud, verticalidad en los juicios que se manifiestan.