De los envidiosos y resentidos no nos escapamos fácilmente. Gentes pusilánimes, mal agoreras, perversas o simplemente amargadas por el éxito de los demás, hay en todo circulo y es difícil que pasen inadvertidos, por mucho que uno trate de no hacerse mala sangre con este tipo de personas y menos trate de andar viendo las miserias de los demás, ni en las miserias de los demás. Hay otras clases de miserables que repletos de egoísmos se niegan a pasar inadvertidos y dicen presente a gritos, gestos o simplemente con el fétido olor de sus nauseabundos actos. Esta estirpe de miserables no es necesariamente torpe o incauta, al contrario, son vehementes, astutas, ágiles, perseverantes, disciplinadas en sus conscientes propósitos que siguen y persiguen sin importarles decencia, honor, repercusión o impacto.