Según los datos técnicos, la energía que podría ofrecer la empresa eléctrica a la provincia no logra cubrir la demanda máxima. En números, durante las horas llamadas “pico” en Manabí se necesitan 220 mil kilovatios, pero Emelmanabí sólo puede entregar 210 mil kilovatios. Las 23 subestaciones que existen en la provincia están saturadas por los altos requerimientos de energía; y, lamentablemente, la empresa no tiene dinero para comprar nuevos equipos ni construir obras de infraestructura. Frente a una demanda insatisfecha que continúa creciendo en un 8 por ciento mensual, podría llegar el momento en que se deba recurrir al racionamiento del servicio como forma de atender los requerimientos. Esto podría ocurrir si antes no se aplican decisiones que pudieran llegar a ser, si fuera el caso, un golpe de timón que cambie rumbos y formas de trabajo. Una empresa a la que le roban el 40 por ciento del producto que vende, que solamente cobra el 60 por ciento de lo que factura, cuyos ingresos ni siquiera le alcanzan para pagar sus compras mensuales, no es un ente productivo. Muy aparte de la intención de servicio que pudiera tener, Emelmanabí no es eficiente. Poco efecto pudieran tener las inyecciones de recursos si no hay un cambio de medidas en forma urgente. El destino de esos valores sería el ya previsto: aumentar la infraestructura y optimizar la actual para brindar un mejor servicio. Pero los robos, las fallas administrativas y las escasas recaudaciones continuarán. Es hora de que los principios de la competitividad se apliquen también a entidades del sector público. Con inscribir una compañía de capital público como compañía privada no se solucionan los inconvenientes que genera la imagen burocrática de esa empresa.