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Libertad Regalado Espinoza
Cuando me jubile

Desde el momento que comenzamos a trabajar y pagar los aportes al seguro social, vamos acumulando un dinero para gozar de la jubilación que por vejez o por accidente otorga el Instituto de Seguridad Social a sus asegurados. A la edad de cuarenta años comenzamos a pensar en lo que haríamos si nos jubiláramos y de qué manera distribuiríamos no solo el tiempo, sino el dinero que mensualmente es depositado en nuestra cuenta, jamás se nos ocurre pensar que a los 65 años, edad en la cual se nos permite el retiro por vejez, lo poco que recibimos no alcanzan ni para cubrir las enfermedades que con los años comienzan a habitarnos.

Jueves 01 Mayo 2008 | 19:45

Dura realidad para quien se jubila, de la noche a la mañana su sueldo se ve reducido a la tercera o cuarta parte, y como ya está viejo, nadie lo quiere recibir en los trabajos. Se aduce que con la edad los riesgos en el trabajo aumentan, además el reumatismo, la artritis, las secuelas de la andropausia y menopausia, los van llevando por un camino de lentitud y olvidos. Pocos son los jubilados que pueden vivir con dignidad o que aún pueden trabajar. Conozco a muchos maestros que se niegan a dejar de trabajar, saben que si se jubilan comenzará su viaje a la muerte, que encerrarse en la casa es comenzar a recordar puertas hacia adentro y comenzar a ser olvidado puertas hacia afuera. Hoy quiero rendir homenaje a Vicenta Velásquez una maestra que conocí en Jipijapa, cuando laboraba en el colegio Alejo Lascano, allí compartimos muchos momentos que nos hicieron crecer como seres humanos. Su trayectoria la llevó a trabajar en varios colegios de la provincia, instituciones en las cuales entregó su aporte no solo como maestra dentro de una aula, sino con proyectos que ayudaban al crecimiento personal de quienes estaban en sus manos. Su pasión por el lenguaje la llevó a organizar eventos, concursos, a preparar a las y los alumnos para la participación en festivales locales y provinciales. Hace unos meses me enteré que se había jubilado, la cantidad mensual que recibía no le permitía seguir viviendo como lo había hecho, y se vio obligada a seguir trabajando en una institución particular, con un sueldo que en algo le ayuda a cubrir la demanda de su manutención, pero que en ningún momento llega a la cifra que percibía cuando trabajaba. De qué valió tanto esfuerzo por capacitarse, tantos cursos y títulos que ella había conseguido a lo largo de décadas en el magisterio, de diplomas, placas y reconocimientos por su trabajo; a la hora de la verdad, en esos momentos en que deberíamos recibir el agradecimiento monetario por lo que hemos dado, esa irrisoria cifra no sirve de nada, pues todos recibimos lo que el seguro tiene fijado en base a unos cálculos de una ley muy bien manejada para restar y dividir. Nuestro derecho a una jubilación digna aún está en el papel. " Quien se jubila, de la noche a la mañana su sueldo se ve reducido a la tercera o cuarta parte"
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