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Horacio Hidrovo Peñaherrera
Hermano Darío

Vengo pisando las huellas del tiempo, descolgando auroras, vengo también subiendo los más altos pisos del ocaso, acumulando recuerdos afiebrados, para el gran abrazo entre dos hermanos espirituales; para compartir contigo la fiesta del río carrizal, para juntos seguir enarbolando las banderas de la esperanza y la honestidad.

Martes 29 Abril 2008 | 20:53

¿Recuerdas, compadre Darío las noches en la galería del teatro Victoria? Por qué no en esta noche subir al paraninfo del mejor cine de la época, el cine norteamericano, y recordar los nombres de los champeon: Tin Ma Ceok y Williams Boys. Y hay que amarrar en este acto, viejos y añorados momentos, como los escenarios de la infancia pobre y empobrecida, pero con la dignidad en alto, de un Crecencio y de un Horacio, entre la cárcel y el despido intempestivo. Creo que en ese caminar pausado de los dos, nos regalaron la más bella herencia, una herencia humana y con profunda condición humana. Bellos ejemplos, como para fortalecer más el honor en el momento en que se diserta con tanta retórica y facilidad el tema de los Valores Morales. Recuerdo ahora, cuando en noviembre de 1979, Darío llegaba de La Habana como Delgado de la UNESCO, y yo, con presencia y andar montubio, de Manabí, como Representante del Ecuador al encuentro de cultura convocado por la UNESCO, la OEA y el CLADEC de Venezuela. Fue el hermano Darío el que me pidió que acepte la propuesta de la Delegación Venezolana. “Puede ser el comienzo de un nuevo itinerario”, y así lo fue. Hoy cuando he pisado más de treinta países, debo agradecer el gesto fraterno y solidario de un hombre, que como Darío, no pertenece únicamente a los predios montubios, sino también a las voces de muchas naciones en las cuales dejó su palabra directa, de una ideología cultural, humana, sobrepasando la frontera y el exagerado concepto de la soberanía. Por coincidencia, hermano fraterno, siempre hemos caminado juntos. Además un Crecencio y un Horacio no nos hubieran perdonado. Por eso hermano Darío, cuando los cordeles del suburbio detienen su sueño esperanzado, tú alcanzas el más alto pergamino de la vida, Doctor Honoris Causa. Qué dirá de todo esto la calle Colón, evocada por el Gran Vicente, qué dirán aquellos entresuelos a los cuales a veces no llegó el pan, porque nuestros padres escribían el nuevo discurso de la humanidad detrás de unas rejas. Te traigo esta noche, hermano Darío, lo que nosotros siempre nos hemos dado, un abrazo y un fuerte estrechón de manos. Lo demás siempre estuvo distante de nosotros, y como alguna vez nos expresara Antonio Preciado Bedoya: “Nuestras riquezas son otras”. Suponemos esta noche levantar un largo puente, desde la calle Colón de Portoviejo hasta este bello jolgorio, donde el río Carrizal teje alfombras verdes en homenaje a Darío Moreira Velásquez, Doctor Honoris Causa. "Tú alcanzas el más alto pergamino de la vida, Doctor Honoris Causa"
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