El atropello inhumano recorrió casi todo el mundo y una gran mayoría, incluyédome, condenó el acto, no como señal de racismo, sino como acto de desequilibrio humano de un individuo desadaptado. El presidente Correa, por medio de la cancillería ecuatoriana, protestó ante las autoridades españolas por el incidente. A más de la oportuna diligencia ejercida por el servicio diplomático, cabe notar que la opinion pública formó el peso contundente que hizo reacionar a la justicia ibérica como Dios manda y la ley ordena. Ya que lo único que consiguió el juez fue que Sergi Xavier saliera directamente a las cantinas y entre trago y trago se jactara de su incivilizado comportamiento que puso un ojo morado en el sistema judicial español. “Os perdono por lo que habéis hecho. . . No lo volváis a hacer. . . Por lo menos cuando hay una cámara filmando. . .” díjole paternalmente y lo dejó marcharse. Afortunadamente, el ministerio público tomó cartas en el asunto y ha pedido el encarcelamiento preventivo del agresor. No es para menos. Individuos de naturaleza beligerante como Sergi Xavier deben ser reprimidos y aislados de la sociedad. Lo que nos hace aplaudir la medida tomada y nos llena de fe en el sistema encargado de salvaguardar nuestros intereses públicos y privados. Y recuerden nuestros dilectos lectores, donde quiera se cuecen habas. . . Casos aislados como el presente se los da en todos los estratos de las sociedades, especialmente cuando sus miembros se debaten en medio de trementos problemas socio-político-económicos.