Actualizado hace: 931 días 8 horas 18 minutos
Otto Morales McMahan
El virus de la ceguera

“Si puedes mirar, ve. Si puedes ver, repara”. Me parece sumamente intrigante descifrar la motivación que llevó a José Saramago, ganador del premio Nobel de Literatura 1998, a colocar esta frase en la parte inicial de su obra cumbre Ensayo sobre la ceguera. Me gusta pensar que con dicha expresión, el autor nos inyecta una alta dosis de esperanza, como una suerte de analgésico para el dolor y la devastación que estaba por relatar. Su obra nos arroja a un mundo azotado por una pandemia, un virus agresivo que se expande de forma implacable, volviendo ciego a todo aquel que tiene contacto con un enfermo.

Lunes 30 Marzo 2020 | 04:00

 “Si puedes mirar, ve. Si puedes ver, repara”. Me parece sumamente intrigante descifrar la motivación que llevó a José Saramago, ganador del premio Nobel de Literatura 1998, a colocar esta frase en la parte inicial de su obra cumbre Ensayo sobre la ceguera. Me gusta pensar que con dicha expresión, el autor nos inyecta una alta dosis de esperanza, como una suerte de analgésico para el dolor y la devastación que estaba por relatar. Su obra nos arroja a un mundo azotado por una pandemia, un virus agresivo que se expande de forma implacable, volviendo ciego a todo aquel que tiene contacto con un enfermo.

El COVID-19 llegó a Ecuador hace apenas un mes, y literalmente, en ese breve espacio de tiempo, tiene al Gobierno prácticamente arrinconado, una economía paralizada, un sistema de salud con pronóstico reservado, y una población al borde del colapso y la anarquía. Al igual que la ceguera descrita por Saramago, el coronavirus tiene la capacidad de desnudar nuestras falencias, obligándonos a contemplarlas entre cuatro paredes, en cuarentena, con crudeza, sin anestesia. 
Es así como vemos desparramadas, por todos lados, muestras de intolerancia, indolencia, desobediencia, violencia, e irracionalidad; tanto en las calles, como en las redes sociales, donde crecen exponencialmente las agresiones al que piense distinto,  donde miramos con desprecio a todo aquel que parezca haberse contagiado. El país está infectado.
Cabe entonces, como sociedad, proponernos un tratamiento, una cura, no para el COVID-19, sino para la ceguera que nos agobia. Estamos ciegos, aunque no lo percibamos aún, detrás de las mascarillas, de las ropas descartables, de los líquidos desinfectantes, y remedios sanadores, de las ventanas y puertas cerradas. Yacemos inmóviles en la oscuridad, incapaces de despejar el miedo, y caminar hacia  la calidez y la reflexión que nos distingue como seres civilizados. 
Debemos reaccionar hoy, mañana es tarde. Probablemente, aislados e indolentes sobrevivamos al virus, pero entonces no habremos superado la ceguera que nos aqueja, la llevaremos como una huella indeleble que nos recordará lo vil y salvajes que podemos llegar a ser. 
Está en nosotros probar que la obra de Saramago sigue siendo una ficción, un relato de un mundo que asusta y entretiene, pero que no existe. Recojamos de sus líneas la frase con que inicié este artículo: “Si puedes mirar, ve. Si puedes ver, repara”.
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