Actualizado hace: 931 días 23 horas 27 minutos
Ayudemos a mantener  la vida
Ayudemos a mantener la vida
Por: Childerico Cevallos
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Domingo 29 Marzo 2020 | 11:15

Con quedarnos en casa ganamos en doble sentido: nos protegemos del virus mortal y evitamos esparcirlo facilitando su control.

Además, se incrementarán las oportunidades de atender a los ya hospitalizados y/o en estado crítico, optimizando los limitados recursos de salud.

Si salimos, podríamos contagiarnos o contagiar, aumentando la curva del mal.
Estando en casa aliviaremos enormemente la labor de quienes luchan tesonera y heroicamente, en primera fila, contra el COVID-19. Médicos, enfermeras, auxiliares, paramédicos, policías, bomberos y todo el personal de servicio básico te lo agradecerán siempre.
Y el riesgo diario sobre estos sacrificados ciudadanos se vería menguado en forma directamente proporcional a la disminución de enfermos, aliviando la presión que ejerce la altísima demanda de atención y la enorme preocupación del déficit de camas y equipos especiales, en las escasas Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) en los hospitales.
Estamos frente a un enemigo invisible alojado en el polvo, en la tierra, en las tiendas, en los árboles, en tu ropa, en un abrazo o en una caricia. Es un asesino que nos ha cortado la libertad de ofrecer abiertamente aprecio, amistad, cariño, amor a los demás, manifestaciones que debemos proteger quedándonos en casa, manteniéndolas en nuestros corazones en la intimidad del hogar, para después esparcirlas cuando hayamos vencido al mal.
Pero para ello se requiere disciplina, meditación profunda sobre nuestra responsabilidad en esta emergencia, por lo que cito dos vivencias para reflexión general:
“No se rindan chicos; el sentido del humor es muy importante. Organicen sus casas. Hagan y organicen una rutina para no aburrirse. ¡Hay muchas cosas por hacer!”, “Seamos obedientes, es súper importante. Es un problema de salud”: Mario Sepúlveda, uno de los 33 mineros que quedaron encerrados a 600 metros de profundidad, durante 69 días, en el interior de una mina en el norte de Chile.
“Lo único que hay que hacer es no hacer nada. Te mandan a quedarte en tu casa y lavarte las manos. Y tenés todas las comodidades: televisión, internet, comida. Entonces no da para quejarse”: Carlos Páez, uno de los 16 sobrevivientes al estrellamiento de su avión en Los Andes, con 45 ocupantes, quien estuvo 60 días a 25 grados bajo cero, incluso comiendo carne humana. “Yo trato de ser obediente porque tengo ganas de vivir”, dice Páez.
Mensaje urgente: ¡Ayudemos a mantener la vida!
 
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