Son los más pobres de los pobres, que vivían del día a día antes del coronavirus. Para ellos no hay tiempo para practicar yoga ni hacer ejercicios en la caminadora. Necesitan comer y que coman los suyos. ¿Cómo lo están ahora haciendo?, vaya usted a saber. Me puse dramático, pero así son las cosas.

Hay quienes se angustian por no salir en sus carros una noche a la discoteca y beber whisky importado. Los entiendo. La claustrofobia los invade en sus cuartos con aire acondicionado, plasma de 40 pulgadas y celular de última tecnología. Los entiendo. No hay nada más preciado que la libertad.

Empieza la segunda semana del encierro y hay parejas que ya no se aguantan más. A soportarse; no hay opciones. Vean un tutorial en YouTube sobre relaciones interpersonales. Recuerden el día que se juraron amor eterno. Finjan por lo menos.

Charles Darwin dijo que las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio.

Mientras tanto, hay que seguir recomendando libros y películas. No paren, hagámoslo. Hay que seguir asomándose a la ventana, ya sea que vivan en una covacha, en una urbanización privada, en un barrio céntrico o en una mansión. Las puertas se abrirán en algún momento y todos saldremos a las calles.