El Manabí de estos tiempos necesita de un gobierno no que le “haga una obrita” o varias que parezcan dádivas, necesita de un gobernante que se apasione por la provincia y que la pasión le surja espontáneamente para que servirla sea como una obligación que compense en algo la ancestral marginación. Han sido décadas de padecer en silencio, con brevísimos intervalos de protesta, la injusta distribución de la riqueza nacional. Deseamos, entonces, un gobernante que asuma y crea que resolver los problemas de Manabí - los cuales son de toda índole y naturaleza - es contribuir decididamente no solo al bienestar de la tercera provincia más poblada del país, que de hecho y con sobra de razones lo merece, sino que piense también que al hacerlo se aporta al desarrollo y a la economía del país, tal cual lo ha hecho Manabí desde tiempos inmemoriales y en las más difíciles condiciones.