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Manabí sí,  demagogia no
Manabí sí, demagogia no
Por: Walter Andrade
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Lunes 17 Febrero 2020 | 04:00

La semana anterior comenté sobre los requisitos que, desde mi punto de vista como manabita y ciudadano, deben reunir los candidatos que aspiran a representarnos.

En razón de las opiniones que he recibido de varios  lectores,  debo aclarar que no escribo - nunca lo he hecho -  a nombre de algún grupo u organización, escribo en mi nombre y en lo que yo creo piensa el manabita que todos los días, desde su trinchera, sea como profesional, empresario u empleado público o privado, libra su batalla para salir airoso en la actividad que desarrolla. Ese manabita que no ha saboreado las mieles del poder, que no está en el  lugar y en el momento en que se toman las grandes decisiones que tienen que ver con el presente y el futuro del país,  que solo desea superarse a punta de trabajo y de esa manera contribuir a que la sociedad en que se desenvuelve -marginada por décadas- crezca y genere bienestar. Ese manabita, repito, está cansado  de demagogia barata, del engaño, de las falsas esperanzas, de promesas incumplidas.  Lo dije la semana anterior y lo ratifico hoy.   

Manabí, entonces, requiere de actos concretos de afecto, de claras demostraciones de aprecio.  No palabras. La  Ley de Polos de Desarrollo Económico que se aprobó el año anterior en la Asamblea para beneficiar  a Manabí es un ejemplo de ello. Ahora está en nuestras manos acogernos a ella.  Necesitamos también que nuestros asambleístas de hoy,  como  los de mañana, se constituyan en la sombra de los proyectos para la provincia y no pase como lo que ocurrió con los hospitales de Bahía, Chone, Pedernales y el de Portoviejo que aún no se termina. Nuestros legisladores debieron cerrar filas desde el primer momento para reclamar airadamente por el incumplimiento de esas obras. Es su deber después de todo.  Los hemos elegido para eso: para representar los intereses de la provincia, para defender las obras de la provincia y sobre todo para no permitir que los fondos de la provincia se desvíen para otro lado. Y esta es otra de sus grandes tareas: que el centralismo, instaurado desde la misma fundación de la República, no escamotee, bajo ningún pretexto, los recursos de la provincia. 
Por tanto, combatir el centralismo en todos los frentes en una guerra sin cuartel, sería una gran prueba de cariño a la provincia y sobre todo sería también una forma de cortar la demagogia insulsa de cualquier politiquero de galería.
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