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Alba Betty Mendoza Largacha de Balseca
Reflexiones para una Navidad de paz

Diciembre es y será eternamente un mes de recogimiento espiritual que nos invita a recordar al bendito Niño, que nació en el más humilde pesebre, el único predestinado a iluminar la paz del mundo.

Viernes 13 Diciembre 2019 | 04:00

 Diciembre es y será eternamente un mes de recogimiento espiritual que nos invita a recordar al  bendito Niño, que nació en el más humilde pesebre, el único predestinado  a  iluminar la paz del mundo. 

Diciembre es oportuno para reflexionar, e ir al reencuentro consigo mismo y hacer balances espirituales para desahogar todos aquellos sentimientos que se han acumulado durante el año.
Y es que precisamente esta es la época de sentirnos más humanos, de estrechar el abrazo sincero con nuestras familias y amistades, de ayudar a los desprotegidos, de saber imprimir un beso de amor y de volver a sentirnos más pequeños para transportarnos a nuestra añorada infancia que nos llevó a saborear la dulzura de la Navidad entre alegrías y nostalgias.
A diciembre lo sentimos en el  corazón  y  se refleja en nuestras pupilas con la llegada del Unigénito, el Niño  Jesús, hijo de la Santísima Virgen María y su esposo San José; lo sentimos con los símbolos de la época  navideña que nos recuerda el significado de su historia: las luces  que son símbolos de Jesucristo y  luz del mundo;  los regalos, Santa Claus  y el Hada, símbolos de amor; las campanas y los ángeles, símbolos del Evangelio; y los árboles de  Navidad, símbolos de la vida eterna. 
Cuántas veces de pequeños, ilusionados, esperábamos quizás esta linda Navidad para dejar nuestros zapatitos con una cartita en la ventana para que sigilosamente llegara Papá Noel, el Viejecito Pascuero o San Nicolás, aquel personaje anhelado por los niños. 
Tú, quizás en esos zapatitos encontraste un costoso carro o un carrito de madera o de cartón… tú, talvez, una linda muñeca dormilona, una muñequita de plástico o una muñequita de trapo, que mamá confeccionó con ternura para ti, y cuántos  niños  dolorosamente  quizá, ni zapatitos tuvieron para dejarlos en la ventana… Esas ilusiones se derrumbaron y esos juguetes se transformaron en  sueños y  vanas esperanzas.
Sin duda alguna estas son reflexiones que nos tocan profundamente el alma y nos llevan a meditar y esforzarnos para saber compartir y disfrutar la Navidad en familia, y con esos pequeños niños  inocentes, regalos de Dios, pedacitos de vida que alegran el mundo.
Con el espíritu navideño, anhelo para todos paz, salud y muchas bendiciones  por una  feliz Navidad.
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