La falta de control da paso a la anarquía que, a su vez, puede exponer a las personas al peligro. Muchos, sin tomar en cuenta los riesgos, o sin conocerlos, construyen viviendas en espacios que tienen altas probabilidades de sufrir inundaciones, deslizamientos y otras afectaciones, sin que las autoridades municipales se los hagan notar o lo prohíban.

Este desorden termina por cobrar, con el paso de los años, un alto precio en obras o, peor, en vidas.

Todo municipio debe contar con un mapa de riesgos cantonal, en el que se establezcan las zonas en las que no se pueda construir. Es responsabilidad de los funcionarios hacer que se respeten esas prohibiciones, sin contemplaciones ni compromisos.

Manabí es una provincia expuesta a riesgos permanentes. Inundaciones, sequías, sismos, tsunami y otros eventos adversos pueden golpear a la región, pero sus efectos podrían magnificarse si continúa el descontrol. Ha ocurrido antes y tal parece que las dolorosas lecciones de años anteriores no han sido aprendidas.

Es parte de la prevención. De nada servirá la limpieza de cauces, la construcción de muros y la reubicación de personas que habitan en zonas de riesgo, si no se hace nada frente a la construcción en áreas de riesgo y no se toman soluciones definitivas.