“Hay que asimilar la vida como el último día, como el último rayo del sol.
Trepar con entusiasmo una montaña. Ponerse los tenis y salir a correr, sentir la brisa sobre la cara, el agua en los pies y la juventud en el cuerpo. Fumarse un cigarrillo sin miedo. Beberse diez cervezas y sentirse bien. Bailar sin zapatos y con las piernas desnudas. Tomarse todos los vodkas posibles en la discoteca, porque tienes 18 años y debes llegar a casa a las doce. El ceviche del 1 de enero, amanecida, por supuesto, con la picardía del que encuentra el amor o sexo después de una fiesta. La comida de mamá, el desayuno de domingo de la abuela. El primer sueldo. La satisfacción de comprar zapatos con tu primer sueldo. Llegar a los 30 y no tener hijos, sentirte igual de feliz y completa. Hacer el amor con lágrimas en los ojos. Amar sin miedo.
El llanto de tu padre porque te ama y no quiere que te vayas. Vivir sola. Pasar hambre, aprender a ahorrar y a cocinar. Aprender a manejar y chocarte. Morir o no morir. Asimilar la vida, como el último rayo de sol.