Actualizado hace: 935 días 55 minutos
Víctor Corcoba Herrero [email protected]
La digitalización del mundo

El poderío tecnológico nos ha puesto en una encrucijada. Hoy más que nunca necesitamos espacios diseñados para vivir en comunidad, pues lo importante es fomentar la inclusión, crear oportunidades para todos, permitir la conexión e interacción entre las diversas culturas, generando una atmósfera de familia y, de este modo, facilitar la utilización sostenible de los recursos compartidos.

Domingo 03 Noviembre 2019 | 04:00

Lástima que cuando uno empieza a divisar cómo hacer el camino, apenas suelen quedar fuerzas, porque la muerte te alcanza. En efecto, la vida es corta y el arte de vivir es un oficio que se aprende con el tiempo. Por eso, es vital detenerse para hacer autocrítica, máxime en un momento de constantes novedades, y pensar que cada despertar puede ser el último. 
No desaprovechemos este periodo existencial, démonos en gratuidad para contribuir a explorar la búsqueda armónica que toda alma desea. Lo fundamental es encontrarse para reparar las acciones mal hechas, y al tiempo poder recuperar vidas destruidas, corazones acorazados, a fin de que cada ser humano se active en el culto a la cultura del innato abrazo, para combatir unidos contra estas miserias mundanas que nos deshumanizan como jamás. 
Tengamos la valentía de poner siempre en primer lugar al ser humano, sus obligaciones y sus derechos fundamentales. Vemos que las ciudades siempre han sido impulsoras e incubadoras de innovación, tecnología, emprendimiento y creatividad; creando prosperidad, mejorando el desarrollo social y proporcionando empleo. Los pueblos, que también han sido significativos para garantizar la seguridad alimentaria y contribuir a la biodiversidad, hoy también necesitan más respeto, más igualdad, más atención por parte de los Estados, al menos para poder disfrutar de un acceso equitativo a servicios públicos, tan básicos como la educación y la asistencia sanitaria. 
Lo trascendente es que ningún ser humano se quede atrás y pueda gozar de la nueva economía digital, de ese progreso técnico, especialmente en la medicina, la ingeniería y las comunicaciones. Ahora bien, esta tecnociencia hay que orientarla bien, ponerle alma y utilizarla mejor. Se me ocurre pensar en las malditas bombas atómicas lanzadas en pleno siglo XX, como el gran despliegue tecnológico ostentando por el nazismo, por el comunismo y por otros regímenes totalitarios, sin obviar hoy que la siembra de odio es cada día más fácil, utilizando la digitalización del mundo. Confiemos en que la lección esté aprendida, y este poder tecnológico redunde en mejorarnos la vida a todos, no en segárnosla.
 
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