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Childerico Cevallos Caicedo. [email protected]
Los hunos … y los otros

Los hunos -pueblos nómadas de las estepas de Asia centro-oriental - fueron violentos como casi todas las agrupaciones tribales de los años 300-400, que tenían que desenvolverse tal como las necesidades de sobrevivencia lo exigían.

Domingo 20 Octubre 2019 | 04:00

De acuerdo a los historiadores, presentaban características que los sobreponían en ferocidad y salvajismo. Eran su ley y sus costumbres. Su líder más destacado fue Atila, el último y más poderoso de los hunos, a quien consideraron como implacablemente  despiadado en su afán de conquistas con ímpetu destructivo.
Aquella furia arrasante al parecer ha sido adoptada por unitos en la actualidad, quienes, cual hunos modernos, con ensañada y ensayada violencia han pretendido causar terror en las poblaciones de nuestro país, tratando de desestabilizar al gobierno.
El ejemplo gráfico es Quito, capital ecuatoriana que acaba de ser brutalmente agredida por hordas de salvajes en un paroxismo de histeria, de enajenación sin parangón en el país, cuyo liderazgo se atribuye a un moderno Atila.
Su ignorancia les permitió atacar a unidades de la Cruz Roja, de los bomberos y de toda entidad de asistencia emergente. Y fijaron su blanco en la prensa, reviviendo actitudes sembradas en el pasado régimen.
Pero, felizmente, como antítesis están los otros, aquellos quienes han antepuesto los valores humanos, sus deberes ciudadanos, su sentido cívico, patriótico y de responsabilidad social, a los primitivos sentimientos de la agresión, del odio y la imposición del terrorismo.
Aquellos otros que prefieren, por educación, cultura y formación, darle paso al raciocinio, al diálogo, al entendimiento, como vía lógica y cierta a la comprensión y a la convivencia pacífica entre ecuatorianos. Son los más. Seres alejados de la violencia contraproducente al progreso nacional.
Lo demostraron en la misma capital de la República, cuando, terminadas las jornadas destructivas, sus habitantes, pala y escoba en mano, salieron a una labor de limpieza y adecentamiento de su ciudad.
Y es a este nivel de pueblo al que hay que propender mantener para el sostenimiento de la paz, la justicia y la racional convivencia, que impulse a Ecuador al ansiado engrandecimiento como país, como nación, como sociedad.
Y para ello hay que formar fila contra lo irracional y destructivo, recordando que las irregularidades del presente nos afectan a todos, pero que las consecuencias de lo que no hagamos por corregirlas serán mucho más implacables con nuestros hijos y sus descendencias. Es decir, con el futuro de la patria.
 
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