Las patentes de Tesla ayudaron a forjar las bases de los sistemas modernos, para el uso de la energía eléctrica, que contribuyeron al surgimiento de la segunda revolución industrial. Edison desarrolló el fonógrafo, la cámara de cine y la bombilla incandescente.
En esa epopeya, Edison era quien encarnaba la voluntad y el poder del capital. Por su parte Tesla, un hombre cuya leyenda crecería hasta perderse en las seudociencias, interpretaba el papel del genio incomprendido y a veces engañado por los poderosos.
Entre los vaticinios que formulaban: Edison solía prometer el arma final, que sería tan terrible como para impedir cualquier guerra futura; mientras a Tesla le gustaba presentarse como pacifista, pero no dejaba de tener sus armas secretas.
Pronosticaron que la guerra futura sería “una competencia on line”, una suerte de espectáculo donde no habría bajas humanas. Tesla incursionó en la robótica y eso era lo que recomendaba desarrollar. Frank Paul, el gran dibujante de las revistas de Gernsback, se había encargado de ilustrar la nota con una escena de combate, que obtenían energía de una torre de Tesla.
El tiempo nos está demostrando que se cumplen algunas de las fantasías de Edison y de Tesla. En cuanto a la automatización, hemos llegado a superar todo lo que ellos podían imaginar. Pero si bien las máquinas de desinformación pueden ser tan inteligentes como implacables, no los habíamos visto luchar entre sí, como a los ecuatorianos, tan frágiles y ofuscados. Sin embargo, esas distorsiones on line pueden quedar sin efecto, si existiera verdadera conciencia por el valor de la vida.
Entre los acuerdos a que llegaron el gobierno y el sector indígena, para retornar la anhelada paz social en la república banana, no se percataron y si se dieron cuenta se hicieron los desatendidos o no consideraron tan relevantes, la guerra desenfrenada de rumores on line, que incidió en el iracundo estado de ánimo, que demostraron los sin razón.