Para nadie es desconocido que el Estado tiene deudas con proveedores de bienes y servicios, empleados, entidades del mismo sector público, prestamistas internacionales, organismos de los que forma parte, por citar algunas.
La solución a la que se llegue en la mesa de negociaciones, más allá de que conforme a las partes, tiene que funcionar. La propuesta de derogar las medidas económicas puede complacer a muchos, pero si no se buscan opciones para el manejo económico, la crisis podría acentuarse.
Mantener déficit fiscal llevará a que el Gobierno no tenga dinero para pagar sus obligaciones, entre ellas los sueldos, proveedores, etc. Una vez en esa situación, a más de uno se le ocurrirá que la solución estaría en desdolarizar, para así emitir dinero y pagar con moneda devaluada. Y con ello volvería una ola de inflación, devaluaciones y problemas que en el pasado han sido muy dolorosos, tanto como el actual retiro de subsidios a los combustibles.
Si se retira la dolarización, se echará abajo la estabilidad que, en gran forma, ha dado la moneda al país. Su uso mantiene el poder adquisitivo, pero requiere una disciplina fiscal férrea y, en ocasiones, la aplicación de medidas que pueden parecer impopulares.