Actualizado hace: 937 días 3 horas 14 minutos
Mónica Bonilla Sarmiento [email protected]
Corrupción, daño social

Encuentro a la corrupción como un problema que abarca a los sistemas gubernamentales, con un grado de intensidad fuerte o mínimo según las culturas políticas y las coyunturas económicas.

Martes 08 Octubre 2019 | 04:00

 En situaciones de crisis, cuando se recortan ayudas públicas y la desigualdad crece, los ciudadanos protestan porque se indignan por el uso inmoral de los que ocupan el poder político o económico, en forma de casta privilegiada. Surge una relación nefasta que se origina entre el poder-dinero, porque habrán algunos que crean que entre más dinero más poder tienen. Con todos estos antecedentes, la ciudadanía acaba teniendo muchas dudas, primero de sus representantes y luego de las instituciones, y digo representantes porque para que exista esta corrupción política, debe haber al menos dos. Es decir, para que haya un político corrupto tiene que haber alguien que lo corrompa. Y entonces surge la duda a esta interrogante: ¿Por qué somos corruptos como sociedad?
La corrupción ahoga la economía pues distorsiona y afecta a los proyectos que se adoptan para el desarrollo del país, ya que el gobierno aumenta la inversión que no se manifiesta en una mayor producción e infraestructura porque se presentan sobreprecios y desvío de recursos, entonces se termina adquiriendo bienes más costosos y de menor calidad. Parafraseando a Leonardo Boff, teólogo brasileño: “¿Cómo queda la conciencia de los corruptos que roban millones de las arcas públicas o la de los empresarios que inflan las facturas de los proyectos en millones de dólares y pagan sobornos millonarios a agentes cobradores, militantes, funcionarios o ministros de Estado? Que después se reportan en gastos que asume toda la población, porque el Estado no produce el dinero sino los ciudadanos que en el país habitan y trabajan, pagando sus impuestos. Muchos de esos corruptos solo son denunciados. Y por eso se ríen”. 
Es necesario el diseño integral de instituciones encargadas del combate a la corrupción y que puedan ejecutar acciones y políticas públicas coherentes, efectivas y coordinadas para combatir cada una de estas prácticas. Es por esto y me atrevo a decir que nunca pierdo la esperanza de poderme encontrar en el camino políticos jóvenes con ambiciones, pero no ambiciones de poder sino ambiciones de ver a nuestro país prosperar, de trabajar al servicio de la gente, de la comunidad, creando leyes que beneficien al pueblo. Como decía el lema de mi colegio “Cristo Rey” y que me representa: “ser más para servir mejor”.
 
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