Es julio de 1971 (Salinas, Guaranda). El desafío y la perseverancia del padre Antonio Polo han sido constantes que van más allá del simbolismo. Monseñor Cándido Rada invitaba a los que manifestaban su sincero deseo de hacer el bien, a hacerlo “bien”, transformando intuiciones e iniciativas, generosidad y sacrificios, en estructuras permanentes y en cultura viva (Polo F., 2015). Una luz de conciencia social trasciende con intensidad y fuerza para trocarse en semilla creativa de libertad para desarrollar comunidades libres: libres para pensar, decidir y organizarse; libres para valorar su identidad, saberes y conocimientos; libres para desechar lo que no construye y hace el bien, edifique un futuro promisorio, digno, comunitario.
No hay mejor estímulo que el cambio y mejoramiento continuo de un modelo de desarrollo rural hecho al andar, desde y por la organización comunitaria; no hay mejor recompensa que ser parte de un proceso que ha echado raíces profundas en la tierra y en la gente que vio germinar la esperanza con resultados que hoy se cualifican, cuantifican y crecen, de lo que se debe y es posible hacer.
Esta operación hizo uso de la cirugía mayor para erradicar el analfabetismo, la pobreza, la desocupación, la iniquidad y toda actitud sospechosa que atente contra el proceso; con el bisturí preparado por la comunidad para no aceptar la corrupción, la coima, el enriquecimiento ilícito, el sobreprecio, la vanagloria y la cobardía de la traición que ensombrece la libertad, la justicia y la razón. Del proceso salinero tienen que aprender los gobiernos parroquiales, municipales y provinciales, toda la estructura del estado, las instituciones públicas y privadas, maestros y alumnos de escuelas, colegios y universidades. Conocer esta filosofía de vida comunitaria es un propósito inteligente que debe replicarse. No es un milagro, es una acción constante, asumida con alta responsabilidad. Usted, amigo lector, ¿conoce Salinas de Guaranda?