Jorge Armando Lucas Toala, buzo de profesión, se encontraba a unos 30 metros de profundidad. De pronto sintió un empujón por la espalda.  

Otro buceador, su compañero, le hizo una señal, y cuando Jorge se viró vio de frente a un enorme tiburón.

”Pensé que me iba a atacar, pero solo se dio algunas vueltas a mi alrededor mientras yo no dejaba de mirarlo”, recuerda.

Los buzos saben que normalmente son pocos los tiburones que intentan atacar al ser humano, salvo que lo confundan con un león marino o una tortuga, por citar ejemplos. “Creo que este tenía hambre, pues mordió el tanque de oxígeno, pero al darse cuenta de que no era comida lo soltó, me rodeó unos segundos y se fue”, narra.

En ese momento no tuvo miedo, solo pensaba en salir a la superficie. 

Pero ¿qué debe hacer un buzo si lo ataca de frente un tiburón?

Jorge dice que lo primero es poner frente al tiburón las aletas que lleva el buzo en los pies. Si quiere morder, morderá las aletas  de hule y eso no le va a gustar, y podría irse. Añade que siempre hay que estar alerta.

Pero el trabajo de buzo tiene varios riesgos.

Nadar entre cientos de peces grandes que están asustados porque se ven cercados a veces ocasiona que los buzos sean golpeados.

Jorge recuerda que un compañero sufrió la fractura de una costilla porque lo golpeó una albacora. 

Otro riesgo es quedarse atorado en la red. Esa red, que tiene casi un kilómetro de largo, está hecha para atrapar, y esto ocurre al mínimo roce, explica.

Pero hay otro peligro que se llama descompresión, que es la formación de burbujas de nitrógeno en el cuerpo debido a la alta presión durante las inmersiones.

Jorge Lucas ama su trabajo. Ahora lo hace como buzo, pero su meta es llegar a ser navegador, es decir capitán de barco, y para eso ya se está preparando. Mientras tanto, seguirá sumergiéndose para estar en contacto con el mar, su lugar preferido.