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Lisan Wasi
Lisan Wasi es encantador

Los turistas que llegan a la comunidad Lisan Wasi, se sorprenden cuando se adentran en la espesa selva amazónica.

Jueves 12 Septiembre 2019 | 04:00

 Esa es la principal riqueza natural que protegen las 32 familias que habitan este asentamiento kichwa, detalla un reportaje de diario El Comercio.

 
El proyecto. Este proyecto turístico comunitario y ambientalista se inició hace siete años con el cuidado de 30 hectáreas de bosque, que se extienden a lo largo de la orilla del río Puyo. 
Este recurso es aprovechado por los lugareños para que los visitantes amplíen sus conocimientos. A ellos les explican para qué sirve cada área y como trabajan en la protección del bosque y el río. Además, sobre el uso de las plantas medicinales de la selva.
Para llegar a este sitio hay que desplazarse en vehículo desde Puyo por la carretera asfaltada con dirección a Macas. En el kilómetro 16 se debe girar a la derecha. Dos kilómetros más adentro está este centro poblado que se levanta cerca del afluente de aguas diáfanas propicias para pasear en una canoa o bañarse. 
Hay que atravesar un puente colgante de más de 150 metros y caminar por un estrecho sendero. El pueblo está escondido en medio de la selva. Las cigarras y el canto de las aves acompañan al turista.
En la comunidad, un mono Chorongo, un sajino y una lora, las mascotas del emprendimiento, sorprende a un grupo de visitantes que llegó de Quito. Los animales se desenvuelven libres por las cabañas. 
Henry Vargas, uno de los guías nativos, da la bienvenida con un pilche lleno con chica de yuca. Luego de unas breves indicaciones, para que no se separen, los conduce por un sendero de árboles gigantes y frondosos. 
Yair Flores y sus amigos caminaron a buen ritmo. En el trayecto Vargas muestra algunos árboles medicinales, como la sangre de grado que sirve para curar las heridas. Si hay suerte en la caminata por la selva virgen, advierte Vargas, podremos avistar guantas, loros, monos y otras especies.
Este trayecto dura 30 minutos. Al retorno, en una de las cabañas de la pequeña aldea los recibe Luz Vargas. 
Las casas dispersas están edificadas con madera, chonta y paja toquilla.
La joven viste un atuendo color azul y tiene pintada la cara con figuras y líneas. La mujer indígena es experta en el wituk (pintar la cara). Aprendió este arte hace cinco años con ayuda de sus primas y en las fiestas ancestrales que se realizan en las comunidades indígenas. “La pintura se usa en un evento importante de la comunidad, un matrimonio, bautizo…”.
Con achiote y una fina madera da forma a figuras rectangulares, en las que representa una boa, los animales de la selva y el río. Explica que cuando dibuja una boa en el rostro de las autoridades representa el poderío de la persona, asegura Flores. 
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