Si el río Manta pudiera, ya hubiese ahogado en sus pestilentes aguas a los últimos cinco alcaldes. Ese cauce contaminado es culpa de los políticos que en 30 años nada hicieron para evitar que las aguas residuales de las lagunas de oxidación de Manta sean enviadas, con aprobación de los alcaldes y la Empresa de Agua, al río y de allí a la playa de Tarqui. El mal se ha convertido en un vicio. ¿Saben por qué? Porque la contaminación da plata. Así es, los últimos alcaldes de Manta y la Epam (donde los corruptos se han hecho ricos) han manejado más de 250 millones de dólares para enfrentar la contaminación, y todo sigue igual. Y parece que habrá más plata. Ya se anuncian más estudios sobre estudios, y colectores sobre colectores. ¿Por qué será?, es la pregunta. Más contaminación es más dinero y más coimas de los contratistas a los contratantes.

Si no pueden controlar las lagunas, trasládenlas 5 o 10 kilómetros más al suroeste y creen una planta de tratamiento. Hagan una ordenanza que no permita asentamientos en la zona para evitar en 20 años otra vez quejas por los malos olores.