Actualizado hace: 937 días 8 horas 37 minutos
Keyla Alarcón Q.
Alto nangaritza

Regresé al Alto Nangaritza a los 6 años, a navegar en su majestuoso río en un “peque peque”, embarcación pequeña cuya denominación se debe al sonido que realiza en contacto con el agua, a admirar sus variadas aves y silenciosos caimanes y disfrutar de sus orquídeas.

Lunes 26 Agosto 2019 | 04:00

En efecto, por su ubicación geográfica, al sur del país en la provincia de Zamora Chinchipe y al pie de la cordillera del Cóndor Mirador, limitando con el Perú, este paraíso de biodiversidad siempre ha impresionado a biólogos y turistas.  Los científicos indican que supera en endemismo al Yasuní y existen especies aún no catalogadas en fauna y flora; a éstas se suman mamíferos como el oso de anteojos, el tapir, el jaguar, el tigrillo, variedades de monos, el cuchucho y cientos de colibríes y pájaros coloridos que han hecho de este paisaje de paredes altas su hogar y refugio.
Sin embargo,  ahora,  algo cambió en el panorama.  El ambiente se siente denso.  Se pasa por la Reserva Natural Maycú y a continuación por Las Orquídeas y aparecen letreros de numerosas concesiones mineras, algunas de sílice y otras con túneles profundos que irrumpen en el corazón de la montaña en busca de oro, luego al navegar río arriba la deforestación y la presencia de ruidosa maquinaria pesada en las orillas invaden el entorno y es difícil observar aves, peor aún oírlas y el color de las aguas es turbio.
Durante un recorrido de cuatro horas no fue posible observar animales,  era obvio,  tantos elementos agresivos y un río contaminado han hecho huir a la impresionante fauna;  solo cada ciertos kilómetros, la presencia de aldeanos amables de las comunidades shuar y saraguro ameniza el paseo, muchos de ellos dedicados al extractivismo, en el que han encontrado su única forma de vida.
Conversando con María, mi amable anfitriona, me pongo al tanto del número de concesiones existentes,  las que conllevan el uso frecuente de dinamita que ahuyenta  a las especies,  creo que también el mismo dios Arutam de aquí ha fugado, pues su morada ha sido profanada y él no habita donde no hay respeto. 
 Qué tan difícil se le hace al ser humano convivir en armonía con su entorno y tener reverencia hacia la Naturaleza. Desde épocas primitivas nuestra existencia ha comprometido la subsistencia de las otras especies.  Parece perdida la batalla en el Alto Nangaritza, en donde sus habitantes, no todos, pero sí una mayoría poderosa,  respaldada por el Gobierno,  destrozan ese principio que nos originó y nos mantiene con vida.        
 
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