Manuel por un momento pensó colocarle una llave, zafarse y neutralizar al delincuente; pero al sentir el arma blanca en su garganta se dejó llevar por el sentido de supervivencia. La calma no fue asimilada del todo por el extraño, quien para dejar claro su accionar le pasó el cuchillo por el mentón, cortando así una buena parte de la barba.

El estibador de reojo vio caer el vello facial, así que supo que el joven hampón no se iría por las ramas al momento de agredir a alguien.

Así que la billetera, monedas, cigarrillos y hasta una cadena de plata se fueron con su asaltante ese día. Desde entonces Manuel no sabe lo que es lucir algún objeto de valor en su lugar de trabajo.

Y para mayor comodidad inclusive lleva sus zapatos de caucho, para evitar que los mejorcitos seduzcan a algún amigo de lo ajeno.

“Hay una camada de pillos que no distingue a nadie y en su hambre de renombre lastiman a cualquier persona a su paso”, dijo.

En cuanto a sus compañeros de trabajo, aseguró, de vez en cuando son desvalijados.

Inseguridad.  Alberto Pin, comerciante de la calle Venezuela y Francisco de Paula Moreira, expresó que  los robos en el lugar son frecuentes y nadie está al margen de la delincuencia.

Por eso llamó a las autoridades policiales para elaborar un plan en la parroquia que permita laborar sin ningún problema.

La semana pasada, argumentó, a un comerciante se le llevaron 2.500 dólares en efectivo. Los maleantes llegaron armados con revólveres a su establecimiento y procedieron a intimidar al dueño a las 13h00.