Lo hicieron en defensa del marco de libertades del que goza la excolonia británica, cada vez más en entredicho por la creciente influencia de la China continental.
Pocos en la ciudad podrán recordar una manifestación como la de ayer en la que, según pasaban las horas, miles y miles de ciudadanos de toda condición continuaron sumándose a los cientos de miles que habían comenzado a marchar a primera hora de la tarde.
Nadie parecía querer perderse la protesta: jóvenes, adultos, ancianos, familias con niños pequeños y bebés, discapacitados en sillas de ruedas, profesores, estudiantes, trabajadores, todos iban desembocando como un torrente en las principales avenidas del centro de Hong Kong, que colapsaron más tarde.
La inmensa mayoría de ellos vestidos de negro, en señal de duelo por la pérdida de libertades que, a su juicio, está viviendo la ciudad en los últimos años y que ha terminado por concretarse en el proyecto de ley de extradición impulsado por la jefa del Gobierno local, Carrie Lam.