Nadie se queda sin su parte de contaminación, pero en especial los niños, los más vulnerables de todos cuantos ocupan las calles.
Para las familias venezolanas que permanecen en la vía a la espera de ayuda, la situación es compleja.
Roney Pérez (30 años) llegó primero a Quito, hace 3 meses. Allá, según su testimonio, unos colombianos le robaron lo poco que tenía, lo cual lo obligó a un cambio de planes urgente: ya no podía seguir para Chile y tenía que quedarse en Ecuador.
Pero no lo hizo solo, lo hizo con su esposa Keyle y dos niños de 8 y 5 años, Armando y Kevin.
“No tenía con quién dejarlos en Petare (el barrio de Caracas donde vivía) y tuve que traerlos”, dice Roney, quien hace una pausa a sus piruetas con unos machetes en una esquina de la avenida del Ejército de Portoviejo.
Pedro es padre de Ana y de José, de 4 y 2 años, respectivamente. William tiene a Maritza y a Julia, de 8 y 6 años. Ninguno de los niños estudia, pues su rol es el de estar junto a sus padres frente a El Paseo Shopping, en espera de que vendan el mayor número de caramelos posibles.
Riesgos. Para el pediatra Iván De la Torre, las principales afectaciones que puede tener un niño hasta los 5 años, edad en la que su sistema inmunológico se encuentra inmaduro, son las respiratorias y las digestivas.
“El polvo favorece las gripes en los niños, que pueden complicarse hasta volverse bronquitis; asimismo, en cuanto a las enfermedades digestivas, por las infecciones, puede haber diarreas”, comenta.
Población. De acuerdo a un informe de seguimiento del flujo de la población venezolana en Ecuador, de la Organización Internacional de Migraciones (OIM), el 46,3% viaja solo, el 42,9% con familiares y, el 10,6% con un grupo no familiar,
Ecuador es el cuarto receptor de venezolanos en América Latina después de Colombia, Perú y Chile, y tiene una población estimada de más de 300.000, cifra que podría acercarse al medio millón a finales de año, según Cancillería.
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