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Camilo Yépez Rodríguez
Las reivindicaciones de los estudiantes masacrados

Al haberse cumplido el pasado 29 de mayo, los 50 años de la masacre a los estudiantes que se encontraban en la casona de la Universidad de Guayaquil, debemos reflexionar y preguntarnos: ¿está vigente la reivindicación del libre ingreso de la universidad? Desde mi óptica como dirigente estudiantil, sostengo que ahora más que nunca sigue vigente.

Jueves 13 Junio 2019 | 11:00

 Al haberse cumplido el pasado 29 de mayo, los 50 años de la masacre a los estudiantes que se encontraban en la casona de la Universidad de Guayaquil, debemos reflexionar y preguntarnos: ¿está vigente la reivindicación del libre ingreso de la universidad?

Desde mi óptica como dirigente estudiantil, sostengo que ahora más que nunca sigue vigente.
Me gradué de bachiller en el año 2017, en la Unidad Educativa Fiscal Olmedo, donde había sido elegido mayoritariamente con el auspicio del FARO como presidente de su Consejo Estudiantil. Todos teníamos la incertidumbre de si lograríamos un cupo a una universidad pública; si tendríamos libertad a escoger la carrera de nuestra preferencia.
Lamentablemente, no era así; el correísmo nos había robado esa conquista lograda con sangre el 29 de mayo de 1969.
Sin embargo, aún no vemos que exista la voluntad política en el Gobierno del presidente Lenín Moreno, para superar ese déficit heredado; pues miles de bachilleres no logran el cupo para ingresar a la universidad. Tampoco se ha incrementado su presupuesto para que los centros de educación superior puedan ofertar más cupos que permitan un incremento de profesores, aulas  y laboratorios. 
Otra de las reflexiones que debemos hacer  los estudiantes que provenimos de las clases sociales marginadas es que la masificación para ingresar a la universidad, sin exigencia académica, fue un error. Tanto es así que bajó su nivel de enseñanza, convirtiéndose, en algunos casos, a nombre de una equivocada concepción de la autonomía universitaria, en guarida de delincuentes o bastiones del totalitarismo.
Razón tenía el maestro Manuel Agustín Aguirre, quien propuso un curso de nivelación de conocimientos y de orientación vocacional a los bachilleres previo a su ingreso a la universidad, pero su idea no fue acogida.
Ahora la Secretaría Nacional de Ciencias, Tecnología e Innovación reparte arbitrariamente los cupos y designa la carrera que debemos estudiar; y claro está, con una  prueba subjetiva llamada Ser Bachiller, que no refleja la verdad de los saberes logrados por los bachilleres. 
Democratizar la universidad ecuatoriana es una tarea imperiosa que debemos exigir, comenzando para lograr una reforma a la Ley de Educación Superior, que perfeccione el mecanismo del cogobierno, que beneficia a los rectores con poderes totalitarios, que les permite designar a dedo decanos, vicedecanos y directores de carrera. Eso es un retroceso a la democratización que debe reinar en la Academia.   
 
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