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Moralidad contra impunidad
Moralidad contra impunidad
Por: Leonardo Moreira Delgado
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Jueves 13 Junio 2019 | 11:00

Ante el incremento alarmante de los actos de impunidad en la República banana, especialmente en el sector público, con la peligrosidad social de que se haga costumbre y los ciudadanos no nos quede otra que aceptarla como normal, es urgente buscar alternativas de sanción ejemplar, alrededor de las tres vías, que tienen mayor o menor grado de responsabilidad en la sociedad: quienes lo hacen, quienes lo permiten y quienes son indiferentes.

 Ante el incremento alarmante de los actos de impunidad en la República banana, especialmente en el sector público, con la peligrosidad social de que se haga costumbre y los ciudadanos no nos quede otra que aceptarla como normal, es urgente buscar  alternativas de sanción ejemplar, alrededor de las tres vías, que tienen mayor o menor grado de responsabilidad en la sociedad: quienes lo hacen, quienes lo permiten y quienes son indiferentes.

En la primera vía están involucrados generalmente los funcionarios y autoridades que ejercen gestión pública, a los cuales ya es ocioso y pecado nombrarlos; la segunda corresponde a quienes, teniendo la responsabilidad, han dejado de administrar justicia y conviven con el mal sin inmutarse: Gobierno, asambleístas, judiciales, electorales y hasta el llamado quinto poder, CPCCS, que como vemos queda debiendo.
Pero, hay una tercera vía, que son los actores de la sociedad civil, que en muchos casos, con su silencio sepulcral,  también contribuyen al desarrollo de la impunidad. A este sector hay que apuntalarlo cívicamente para que tenga la fortaleza moral de asumir esos roles, que han dejado los representantes de los poderes del Estado.
Ya no hay ni cómo concurrir a la Constitución, ni a las leyes ni a los reglamentos ni a los códigos de ética, que son los instrumentos legales que norman la vida de una sociedad civilizada, porque son objetos de burlas, mofas de los que delinquen y de sus defensores, que siempre tienen salidas para quedar impunes, de allí viene eso de que “hecha la ley, hecha la trampa”.
No podemos seguir viviendo trampeándonos, los unos a los otros, si queremos mejorar el desarrollo humano y no solo progreso material. Las inequidades, por efectos de la corrupción e impunidad, generan el incremento de los problemas sociales, que cada día se les hacen más difíciles de resolver a una autoridad o funcionario, que desea actuar correctamente.
Hay que erradicar esa actitud cómplice e insólita, de seguirles brindando homenajes y aplausos a quienes delinquen, como parece es conveniencia de unos pocos en nuestro medio. No es posible seguir viviendo con memoria frágil, sin reconocer a quienes usurparon descaradamente los recursos del erario nacional.
Si bien cierto anteriormente existía esta lacra humana, al menos no era tan descarada, cínica y alarmante. Hay que cambiar esa conducta, retomando la actitud cívica que tuvieron nuestros abuelos y padres, despreciando y marginando, inclusive del saludo público a todo corrupto impune, que tiene la osadía de caminar por donde transitamos los decentes. Es fácil identificarlos por sus rostros, aunque protegidos con una cinta en sus ojos, siempre aparecen en páginas y pantallas de los medios. 
 
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