Los tiempos en que uno compraba un producto y confiaba ciegamente  en que este venía con la calidad y el peso justo, están quedando atrás. Lamentablemente, en estos días hay que fijarse bien en lo que se compra, pues te puede pasar que si vas a Playita Mía, los pescados que estaban arriba del montón y que te ofrecieron por $ 5 sean los únicos que sirvan y que, como nunca revisaste, los de abajo te salgan dañados. Te puede pasar que si vas al mercado Central  algún vendedor inescrupuloso te meta tres o cinco naranjas podridas entre las 25 que compraste. Te puede ocurrir que si vas a una tienda cercana a comprar maní, este te venga revuelto con harina de soya o de maíz, pues nunca estuviste viendo cuando lo molían. Te puede pasar que si un carro pasa por tu casa ofreciéndote el queso, este producto venga revuelto con masa de yuca y la sopa que preparaste no termine sirviendo. Es lo que ocurre en Manta. No son todos los vendedores, se trata de unos cuantos que hacen quedar mal y dudar de la mayoría. Son mercaderes inescrupulosos que han perdido sus valores.