Hasta ahora, los precios de la energía eléctrica a los consumidores no han disminuido; más bien, se incrementó inicialmente el valor del alumbrado público, aunque después el Gobierno debió dar marcha atrás.

Si hace unos años la generación de electricidad se hacía a partir de combustibles, que tenían un costo alto, y ahora se utiliza para ello la fuerza del agua, es lógico que la inversión que se hace debe ser menor. Pero el dinero que, en apariencia, se ahorra ahora se destina a amortizar los créditos que el Gobierno anterior asumió para construir las centrales, y a cubrir los altos gastos de producción.

Cuando se dijo que los ecuatorianos serían beneficiados con planillas más bajas por el consumo de energía eléctrica, se crearon expectativas que para muchos resultaron ser mentira. Se motivó a los ciudadanos a adquirir cocinas de inducción bajo el ofrecimiento de un subsidio y tarifas de menor cuantía. Lo primero se cumplió, aunque ya el Gobierno anunció que será suspendido, y lo segundo nunca llegó a ser realidad.

Tampoco ha mejorado la calidad del fluido eléctrico, pues en muchos sectores persisten las quejas por apagones y variaciones de voltajes.

Los ciudadanos merecen una explicación del Gobierno. Lo que se anunció con mucho ruido y propaganda no se ha cumplido.