Será acaso por esto, que nos pretenden hacer creer que es normal los robos descarados de los recursos del Estado y las alarmantes ofertas y demandas mercantiles, en la que se han convertido las mayorías de dictámenes judiciales.  Ahora tienen el atrevimiento de decirnos que van por más, ya ni las ideas, leyendas, pensamientos cívicos, ni hechos históricos, ni nombres de ilustres ciudadanos, peor los bienes públicos, se salvan de ser secuestrados.

Esto es fácil notarlo, en función del sorprendente crecimiento de cuantiosos patrimonios, antes y después de incursionar en un cargo político, legislativo o judicial, lo cual penosamente se ha hecho casi costumbre y las raras excepciones son tildados de “pendejos” y, por actuar correctamente, no pasan más de recibir una mención de aliento, unas palmaditas y/o expresiones de consuelo, en otros de admiración y rara vez como debería de ser: un reconocimiento como ejemplo espiritual, moral e intelectual a seguir.

Así, uno de los primeros secuestros que hicieron fue el concepto de “revolucionario”, que luego con ironía y sarcasmo la gente lo ubicó en su verdadera dimensión. Por lo visto, el tiempo supremo juez de los hechos, se ha encargado de desnudar a quienes se creían “revolucionarios”, que en su mayoría ni idea tenían y tienen, de su verdadero significado histórico y social. Los verdaderos revolucionarios de ese movimiento salieron despavoridos y se quedaron las alas de reaccionarios y populistas, que gobernaron una década la república banana.

Otros de los secuestros indignantes, es el nombre de Eloy Alfaro, de quien, hasta los noveles conservadores, que fueron su antítesis, pasando por los “sociolistos”, hasta llegar a los amos de los partidos y movimientos, hoy lo utilizan con fines electoreros, muchos de los cuales no tienen ni idea de su pensamiento filosófico y político, ni siquiera comprenden históricamente por quiénes luchó y a quienes combatió, peor alcanzan a ver su estatura de estadista y patriótica. 

Los que se tildan de “revolucionarios” y de “alfaristas”, que paradójicamente militan en los partidos y movimientos contrarios al pensamiento de Alfaro, al no tener reconocimientos moral de la ciudadanía y ante la falta de originalidad, secuestran figuras de este nivel para cobijarse políticamente.