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El viaje del Papa Francisco a Marruecos nada tendrá que ver con el de Juan Pablo II

El viaje que el papa Francisco emprende mañana a Marruecos nada tendrá que ver con el que Juan Pablo II hizo en el año 1985 a Casablanca, porque el mismo país ha cambiado enormemente debido a los movimientos migratorios que le han dado una nueva imagen y que, sobre todo, han llenado de fieles las iglesias.

Viernes 29 Marzo 2019 | 11:53

La visita de Juan Pablo II fue histórica: era la primera vez que el jefe de Estado del Vaticano viajaba oficialmente a un país musulmán, como gustan de recordar los medios oficiales marroquíes.

En aquel tiempo, solo quedaba en Marruecos una comunidad católica "residual" compuesta por los pocos europeos que se habían permanecido en el país tras la independencia más algunos extranjeros de paso por el país magrebí. Era una iglesia de "ancianas mujeres blancas".
Hasán II, que adoraba los baños de masas, propuso a Juan Pablo II que saliesen juntos desde el Palacio hasta el estadio Mohamed V de Casablanca, cada uno en un Mercedes descapotable, y así los muestran las imágenes de la época: vestidos de blanco, cada uno a su estilo, de pie sobre sus coches de lujo mientras saludan a la multitud.
Decía Hasán II tiempo después que esa salida había atraído a las calles a dos millones de personas, y que dentro del estadio, otros cien mil jóvenes, que en aquellos momentos participaban en los Juegos Panárabes, estaban esperando al papa.
Cuando Juan Pablo II tomó la palabra, les dijo: "Es en Dios que creemos, vosotros musulmanes y nosotros católicos, y vosotros también habláis de valores humanos que tienen su fundamento en Dios".
Pese a esas palabras, aquel acto tuvo poco de religioso y mucho de "folclórico", como recuerdan hoy personas relacionadas con la organización del actual viaje, que subrayan el carácter más espiritual del viaje del papa Francisco.
De entrada, el papa quiere decir una misa para la feligresía de Marruecos, que en 2019 está compuesta por "unas 30.000 personas de mas de cien nacionalidades", suele subrayar el arzobispo de Rabat, Cristóbal López.
El arzobispo apunta otro gran cambio de los fieles católicos actuales: "más hombres que mujeres, más jóvenes que viejos y más negros que blancos".
Efectivamente, el flujo migratorio constante de subsaharianos hacia Marruecos ha cambiado la cara de la iglesia, pero López subraya que no hay que pensar solo en los emigrantes que se desplazan en busca de trabajo, ya que en muchos casos se trata de estudiantes de países africanos que residen en Marruecos tras recibir una beca del país magrebí.
Y así, las misas actuales en las iglesias de Marruecos recuerdan mucho más a los templos africanos que a los europeos: largas misas cantadas, con palmas y coros y numerosa participación de los fieles durante el ritual.
Es este nuevo pueblo de Dios el que Francisco va a encontrar en una misa que será el cierre de su viaje a Marruecos: en un polideportivo cerrado de las afueras de Rabat donde caben unas 10.000 personas, fieles llegados desde todo Marruecos asistirán el domingo por la tarde a la misa del Pontífice.
Un coro de cientos de jóvenes, en su mayoría negros subsaharianos, animará la misa, que Francisco dirá en español aunque tendrá pasajes en numerosas lenguas, para dejar bien claro el carácter universal de la iglesia marroquí.
El viaje de Francisco, aunque será de poco más de 24 horas, incluirá dos paradas con las que la iglesia quiere subrayar su compromiso con los más pobres: un encuentro con unos sesenta emigrantes en la sede de Caritas, más una visita a unas monjas españolas de Temara (afueras de Rabat) dedicadas a sanar, educar y alimentar a los más pobres de su entorno. EFE
 
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